Hay vida más allá de Zapatero y Rajoy, o de Solbes y Pizarro; sí, créanme; muchísima vida. El 9-M no elegimos sólo presidente; decidimos (entre lo que nos viene ya dado, no tenemos mucha capacidad de decisión), sobre la composición de las Cámaras, sobre los senadores y diputados que preferimos nos representen y de entre los cuales saldrá quien gobierne. Elegimos (o eso se supone) de acuerdo con nuestras preferencias ideológicas o territoriales o a aquellos con cuyo modelo de Estado tenemos más coincidencia, o a quienes creemos defienden mejor nuestros intereses. En un palabra, que en las próximas elecciones realizamos la elección del Parlamento, que se supone es la representación de la pluralidad, ideológica y geográfica existente en eso que llamamos España.

Y votamos aquello que mejor, o menos malo, nos parece, para que esté representado y haga fuerza. El sentido de votar no es sólo ganar (que ganen los míos ), sino que verdaderamente las Cámaras sean una representación de las inquietudes, las preocupaciones... de la ciudadanía. Y que éstos, los ciudadanos, se vean reflejados o representados (mal que bien) en alguno de los miembros que las componen, aunque no sean los partidos mayoritarios; pero serán sus partidos (grandes o pequeños) y serán la voz más fiel a sus reclamos y serán también importantes a la hora de votar leyes, de decidir sobre el envío de tropas a un país extranjero, de ratificar reformas de estatutos de autonomía, de posibilitar pactos de Gobierno o pactos sobre asuntos puntuales, o de aprobar los Presupuestos Generales del Estado.

Todos importan y todos tienen voz y voto, aunque se nos engañe con el machaqueo presidencialista de los rostros de ZP y Rajoy enfrentados, y con aquello de los votos útiles o del voto del miedo no sea que España se rompa. Pero las voces y los votos menos mayoritarios corren el riesgo de echarse a perder como consecuencia de la campaña propagandística a que estamos sometidos que nos hurta (aún más) capacidad de elección y elimina la pluralidad real existente. Si este sistema es ya de por sí deficitario democráticamente (no hay listas abiertas, para montar un partido que tenga cabida en los medios hace falta mucho dinero y estar a bien con las grandes empresas, no todos los votos cuentan igual a la hora de lograr un escaño...), con la progresiva exclusión de lo minoritario y la transformación de unas elecciones parlamentarias en unas elecciones puramente presidencialistas, pues apaga y vámonos.

Y ya que todos andan de campaña, yo también; vayan a votar el día 9 lo que más les plazca, aunque lo que más les plazca no sea ninguno de los protagonistas de los famosos debates.

*Periodista