TEtn mayo se cumplieron cincuenta años en el que una legión de alumnos nos trasladamos del Instituto Nacional de Enseñanza Media El Brocense, el Insti de siempre, en la Plaza de San Jorge, a las dependencias en El Rodeo. Una efemérides que me ha dado pie para este artículo.

Atrás queda un largo riachuelo de recuerdos. Y que arrancan en la insistencia, como se empeñaba algún profesor en enseñarnos, en la donación de Francisco de Vargas Figueroa y Aponte para que, a su fallecimiento, en 1698, los jesuitas levantaran una iglesia y un Convento. Construcciones que ya estaban alzadas el año 1753, aunque en 1767, el rey Carlos III expulsaba a los jesuitas de España, a raíz del motín de Esquilache.

De ahí en adelante, pasando por otras etapas como Hospital y Cuartel, en 1829 arranca el Colegio de Humanidades para alcanzar en 1839 el rango de Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, hasta que en 1941 se denomina Instituto Nacional de Enseñanza Media.

Aquel Instituto, El Brocense, el más antiguo de la región, allá por los sesenta, era un lujo. Con un profesorado de gran talla pedagógica y humana, que contribuyó, de forma notoria, a formar cacereños del mañana, como decían los docentes, tratando de imprimir de la mayor calidad al alumnado.

XUN CLAUSTROx al que más allá de las notas, entre matrículas de honor y suspensos, cates o calabazas, que de todo había, ahora, pasando revista al tiempo pasado, es de agradecer el esfuerzo por meternos, entre estudios y sudores, la dureza del Latín con don Eugenio Matas , el esmero que exigía don Daniel Serrano con la enseñanza de Matemáticas, la severidad de don Fernando Marcos al pedirnos cuenta de las lecciones de Gramática Española, la aspereza de don Casimiro García , que tildaba de bolcheviques al alumnado cuando había marejada de fondo en las clases de Religión, mientras nos escondíamos detrás de los libros para que no se percatara de nuestras risas, la elegancia de don Víctor Gerardo García del Camino al explicar la Historia de la Literatura Española desde su cátedra, la claridad expositiva de don Juan Delgado Valhondo sobre la Física y Química, las siempre complejas clases de don Eliseo Ortega para hacernos entender las lecciones de Filosofía, o la abundancia argumental de don Pablo Naranjo con la Historia.

Un Insti emblemático, de formación a primera hora de la mañana en el patio, de pasar lista en las aulas y levantarnos para responder con nuestra presencia en la clase, de baticulos, la novatada, que era tirar a un alumno sentado en las escaleras, de escalón en escalón, y bajar unos cuantos peldaños, de clases plenas de sabiduría por parte de los enseñantes, con olor también a chuletas de exámenes y a novillos, donde se dividían los segmentos de las Reválidas de Cuarto y de Sexto, más Preuniversitario, mientras, en tiempos de hartas dificultades económicas, eran algunos los alumnos que abandonaban los estudios para ayudar y sacar la casa adelante. Lo mismo que otros repetían curso en la cuesta de las enseñanzas.

XEL 'INSTI' ERAx una sede familiar, humana, en el que, prácticamente, nos conocíamos todos, lo que facilitaba la integración en el ámbito de las relaciones sociales, el contacto del alumnado y la cercanía con el profesorado, que, a pesar de las distancias que marcaban las reglas entre docentes y enseñantes, siempre estaban en las proximidades del bachiller.

El patrón, Santo Tomás de Aquino, entonces el 7 de marzo, a cargo de los alumnos más veteranos, se celebraba como día festivo, misa, tómbola proviaje de estudios y representación teatral, a cargo de los alumnos de Preu , con presencia masiva de familiares en el salón de actos, y que al finalizar el curso tomaban las de Villadiego por los distintos páramos de las sedes universitarias de las que dependía El Brocense: Salamanca, Madrid o Sevilla.

De año en año escolar atrás iban quedando unas generaciones mientras, curso a curso, iban llegando otras en el ritmo de la vida, al tiempo que la semblanza del Insti , en la figura excelsa bajo el nombre del que se acogía, Francisco Sánchez de las Brozas , humanista y gramático español, parece que imprimía carácter. En su sabor, en su saber, en su historia, en su profesorado y hasta en su enclave de ricas reminiscencias.

Por el medio otros profesores para los que siempre irá el mejor recuerdo de los bachilleres del Insti que tanto deben a unos docentes que daban lo mejor de sus conocimientos como eran Carmen Vicente , Historia, Elena Málaga y Aúrea García , Francés, Rodrigo Dávila, Miguel Antonio Esteban y María Antonia Fuertes , Matemáticas, Secundino Carvallo , Geografía, Pedro Mohedano , Gimnasia, Justo García Gil y Jesús Regodón , Formación del Espíritu Nacional, Abilio Rodríguez Rosillo y Valentín Velasco , Ciencias Naturales, Emilio Macías, Ubaldo Cantos y José Luis Turina , Dibujo, Teodoro Rodríguez , Religión, Raimundo Rodríguez Rebollo , Física y Químicas, María Luna ... Y que nos perdonen cuantos no citamos y que se esforzaron por imprimirnos una luz como faro para el futuro.

XDESDE ELx recuerdo de siete años entrañables en aquellas aulas, a caballo entre el Insti de la Plaza de San Jorge y dos años en el que abraza a la Plaza de los Conquistadores, dejar constancia para los amantes de los datos que siendo Centro de Humanidades impartió clases de dicha materia el eminente filósofo, parlamentario y político Donoso Cortés , de nombre Juan Francisco María de la Salud Donoso Cortés y Fernández Canedo , Ministro Plenipotenciario y Secretario General de la Reina, que en 1919 se otorgó el primer título de Bachiller a una mujer, Juana Rosado Alvarez de Sotomayor , que fue uno de los cinco primeros institutos laicos creados en España, y que su actual sede es obra del arquitecto cacereño Vicente Candela Rodríguez , mientras en la Plaza de San Jorge, sigue flotando un halo de nostalgias y sensaciones al calor de un edificio emblemático en el corazón de muchos cacereños.

Un Instituto que entre sus galardones cuenta con la Medalla de Extremadura, por su importante labor en el panorama, no ya solo pedagógico, sino social y del mayor relieve en beneficio de Cáceres.

Algunos ilustres profesores del Centro, desde lo que era Humanidades a hoy, dan nombre a calles de la ciudad, como Antonio Floriano Cumbreño, Juan Sanguino Michel, Miguel Angel Ortí Belmonte, Angelita Capdevielle, Arsenio Gallego , o Eugenio Frutos .

Y es que el Brocense se conforma un icono emblemático de Cáceres.