El reciente discurso del presidente Bush sobre Irak no aportó ninguna sorpresa. Era ya un secreto a voces que tenía decidido reforzar la presencia armada norteamericana en aquel país. Con todo, su discurso fue una decepción.

Las tropas norteamericanas en Irak se verán cada vez más envueltas en las hostilidades, y cada vez más serán vistas como fuerzas de ocupación. Algo que enfurecerá en mayor medida a los iraquís y contribuirá a engrosar las filas de los insurgentes. El mismo presidente admitió la posibilidad de que hubiera un incremento de las víctimas iraquís y norteamericanas.

Confiar en que este nuevo curso genere resultados positivos equivaldría a desconocer en su totalidad el rumbo real de la operación militar en Irak, así como otras desgracias similares. A juzgar por una encuesta realizada por The Washington Post y ABC News después del discurso de Bush, hay que contar también con la opinión de la mayoría de norteamericanos: el 61% no ven bien la decisión del presidente, que supone un desafío a la voluntad de los votantes, expresada con claridad.

La política unilateralista --que no contaba con ningún apoyo internacional y que ahora es rechazada por la opinión pública nacional-- está en franca bancarrota. Pero intentan ensayarla una vez más. Sin embargo, tengo la convicción de que su tiempo ya pasó. Cualquier intento por reeditar una segunda edición solo conseguiría empeorar las consecuencias de los burdos errores estratégicos de estos últimos años. Se necesita una nueva vía de avance.

XTAL Yx como el discurso de Bush dejó patente, esta necesidad tardará tiempo en consolidarse. La sensación es que los dirigentes estadounidenses se han olvidado de los conocidísimos, indispensables y añejos principios del diálogo y la cooperación para la resolución de los problemas internacionales, que tan bien funcionaron para liquidar la guerra fría.

Buscando apoyo para su plan, el presidente ha enviado a su secretaria de Estado, Condoleezza Rice , a Oriente Próximo. También ha anunciado que ella continuará con su labor de intentar llevar la paz a la región. El problema es que llevamos ya muchas oportunidades perdidas de hacer frente a esta cuestión clave. La solución del conflicto palestino-israelí, de acuerdo con una alternativa que implique dos estados, cambiaría la ecuación de poder en Oriente Próximo y tendría un impacto positivo en los temas globales. No es demasiado tarde para dar urgentemente un nuevo empuje a este proceso.

Y aquí hay que recordar otra realidad: dialogar significa que no puedes citarte para hablar solo con la gente buena. El presidente ha malogrado la oportunidad de hablar con Irán y Siria, dos países que están siendo reprobados con dureza, sin ofrecer ninguna alternativa constructiva.

Me atrevo ahora a recordar algo de mi propia experiencia. Nosotros heredamos del anterior Gobierno soviético una situación muy dura causada por su obstinada decisión de invadir Afganistán. Tras tomar una decisión política de retirar a nuestras tropas, trabajamos codo con codo con las facciones afganas, con los vecinos de Afganistán --incluidos Irán, India y Pakistán-- y con Estados Unidos, así como con otras grandes potencias. Además, después de la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán, las condiciones eran las idóneas para una reconciliación nacional y para levantar el país. No fue culpa nuestra que dichas posibilidades no se materializaran. Ocurrió porque alguno de nuestros socios prefirió apoyar a los extremistas, los mismos que realizaron los ataques contra Estados Unidos el 11 de septiembre del 2001.

No se pueden arreglar los problemas de seguridad, ya sea regional o mundial, ni se puede derrotar al terrorismo internacional, aferrándose a las políticas caducas del unilateralismo. Los mecanismos de cooperación y asociación están disponibles. Incluyen el Cuarteto de Oriente Próximo, los seis países negociadores de la crisis nuclear norcoreana, los distintos grupos de contacto y las organizaciones regionales en Asia, Africa y América Latina, entre otros. Todos deberían ser utilizados y revitalizados.

A juzgar por la respuesta al discurso del presidente Bush en Europa, en Oriente Próximo y en Estados Unidos, esas palabras decepcionaron a mucha otra gente. Es importante canalizar esta reacción hacia una dirección constructiva. El mundo no puede permitirse dilapidar dos años más de tiempo valioso. Es aún posible dar un vuelco a la situación y empezar a trabajar juntos de manera constructiva, a no ser, claro, que el aumento de la presencia militar norteamericana en la región forme parte, desde el primer momento, de un orden del día secreto relacionado con la invasión de Irak.

*Expresidente de la URSS y

Premio Nobel de la Paz en 1990