Dramaturgo

Estoy que no vivo, con el alma suspendida y los congojos movilizados cuello arriba, cuello abajo . Estoy al borde del infarto cada vez que entro en el portal de mi casa y miro hacia mi buzón que parece esperarme con una sonrisa burlona dibujada en su boca de hojalata. Apenas atino con la llavecita y abro su portezuela como si de su interior fueran a salirme Tamayo y Sáez con cartas de felonías varias. Me tiembla hasta la EGB mientras separo las propagandas del Carrefour y los catálogos de Venca y hasta las caricias de los anuncios de comida china a domicilio me producen espasmos. Respiro al comprobar que no ha llegado la carta y me desaliento acto seguido porque tengo por delante otras veinticuatro horas de zozobra.

Y eso que soy veterano, que mis riñones no están como para cargar con macuto, cetme y cantimplora de vinazo, que mi destino estaba en una oficina y junto a un teléfono y que de tocarme (que me tocará) la china de la movilización de Trillo, no va a haber misericordia para mí por mis muchos pecados y cachondearme de él cuando dijo lo de al alba y con Levante... el día del Perejil.

Me movilizan y conmigo movilizarán al Cacerolo, a Angelito, al cabo Membrillo y a Pérez el de la leña. Me movilizarán y tirarán de archivo y comprobarán que fui yo (ayudado por Angelito) el que arrojó dos leños al pozo del Gobierno Militar de Badajoz porque estábamos hasta las narices de ir a llenarle de leña la caldera al señor gobernador. Y que aún debemos una botella de tinto y una ración de mollejas en el bar de suboficiales. Y eso en Irak nos lo van a cobrar con creces, ya lo verán, cuando nos movilicen, que nos movilizarán, seguro... pues no son nadie.