Presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Cáceres

Erase una vez una ciudad sin ley donde, gracias las autoridades, bien por mala creencia o por ser presa de una mala interpretación de sus votos, un numeroso grupo de ciudadanos campaban libremente, incumpliendo leyes y atropellando derechos constitucionales que, a decir verdad, en esta ciudad sólo sirven para algunos, no para todos.

Erase una vez una ciudad en la que muchos de sus ciudadanos tenían que marcharse de sus domicilios, y en ocasiones de su ciudad, porque había quien no respetaba algunos de los más elementales derechos, los de la salud y el descanso.

Erase una vez una ciudad donde a los vecinos que demandaban justicia se les insultaba y amenazaba de muerte. Claro que las amenazas las sufrían a través de internet, no por medio de pasquines, periódicos u otros medios de comunicación regulados en el Código Penal. Y es que utilizando este nuevo medio tecnológico, los jueces se lavan las manos y declaran falta lo que en otras circunstancias (con insultos, injurias y amenazas de muerte) sería constitutivo de delito. Claro que de no tratarse de una persona honrada la cosa sería distinta, porque el delincuente puede quemar nuestro coche, rayarlo, quemar contenedores, tirar piedras a la policía, romper lunas de escaparates... En fin, un sinfín de cosas que a las personas honradas no se les pasaría por la mente. Erase una vez una ciudad donde las autoridades, por negligencia, incompetencia o dejación clara de funciones, permiten que unos pocos campen a sus anchas, atropellando leyes y derechos de los demás.

Aquí parece que los infractores tocan el tambor y los ciudadanos honrados y autoridades bailan a su son, cuando debiera ser los contrario. Todo esto me trae a la memoria el chiste de aquel gitano que en una plaza corría detrás de un guardia y alguien exclamó: jamás había visto correr a un gitano detrás de un agente. Y contestó el guardia: no, si soy yo quien corre detrás de él, es que me lleva tres vueltas. Algo así está ocurriendo con estos señores de los bares y nuestro ayuntamiento, que les llevan varias vueltas. Como nuestro alcalde no les enseña la ley, ellos se la enseñan a él, con amenazas, chantaje y desobediencia civil.

Ahora vienen con que se cumpla el horario del ferial. Y lo piden los mismos que llevan veinte años sin cumplir el suyo. Las mismas tropelías que antes habían quedado sin sanción, ahora son admitidas a trámite por los tribunales. Alguien tendrá que tomar nota y pensar que las leyes se hacen para que el poder ejecutivo haga que se cumplan. De lo contrario, los mismos infractores, tarde o temprano, se volverán contra el mismo poder que durante algún tiempo estuvo mirando para otro sitio desoyendo el clamor de los ciudadanos que demandaban justicia.