Nueve años después del Acuerdo de Viernes Santo (10 de abril de 1998), el octogenario pastor protestante Ian Paisley, líder del Partido Unionista Democrático (DUP), acérrimo defensor de la lealtad hacia el Reino Unido, y el excomandante del católico Ejército Republicano Irlandés (IRA) Gerry Adams, actualmente jefe de su brazo político, el Sinn Féin, llegaron ayer un acuerdo para compartir el poder a partir del próximo 8 de mayo en la martirizada provincia del Ulster.

El acuerdo, arrancado a los viejos enemigos por las presiones de Londres y Dublín, la promesa de una generosa subvención y la amenaza de la pérdida de la autonomía, fue calificado de histórico y sin duda constituye un paso decisivo para clausurar un período de cuatro decenios caracterizados por la violencia sectaria, el muro infranqueable entre ambas comunidades y el asesinato de 3.600 personas.

El Ejército Republicano Irlandés y el Sinn Féin han perdido la guerra puesto que no han cumplido la misión histórica que se atribuyeron y en nombre de la cual practicaron el terrorismo: expulsar al Ejército británico del Ulster y lograr la reunificación de la isla. El Acuerdo de Viernes Santo, aceptado por Adams y sus correligionarios, no fue solo un armisticio entre el IRA y los paramilitares protestantes, sino que estableció de manera inequívoca que la provincia seguirá siendo británica mientras así lo desee una mayoría de norirlandeses.

Y sin embargo, los unionistas, forzados a compartir el poder y a renunciar al apartheid bajo protección británica, tienen la impresión de haber perdido la primera batalla de la paz. La demografía, la prosperidad de la República de Irlanda y el horizonte europeo que la hizo posible, sin olvidar los atentados islamistas que liquidaron las últimas falacias del terrorismo político en suelo europeo, juegan contra los protestantes, que empiezan a preferir la maleta al ataúd.

El reciente acuerdo al que se ha llegado entre Ian Paisley y Gerry Adams derriba el muro político, acaba con las rituales mayorías unionistas, pero el matrimonio de conveniencia no borrará la hostilidad que se han profesado y se profesan ambas comunidades. En las rondas de conversaciones que se organizaron a lo largo de los años por los Gobiernos británico e irlandés con los partidos, los responsables de protocolo se las veían y se las deseaban para que los dos dirigentes, encerrados en habitaciones diferentes, no coincidiesen, por ejemplo, ni en los servicios.

A pesar de la fotografía del reverendo junto al dirigente republicano durante el anuncio de un pacto de gobernabilidad, la confianza no se decreta y la reconciliación necesitará varias generaciones antes de enterrar el sectarismo. La isla vive ya un proceso de unificación en términos económicos, razón suficiente para que la cohabitación gane la partida al recuerdo de los agravios y a los crímenes injustificables de los agraviados.