TPtronto podremos ver en los cines una película de ciencia ficción de esas catastrofistas que suelen dar mucho dinero a quien las produce y a quien se encarga de meternos su tráiler en la sopa. Trata de unos poderosos alienígenas que vienen a salvar el planeta Tierra, cuya continuidad peligra debido al mal trato que le estamos dando los humanos. El caso es que estos extraterrestres resultan ser unos espabilados conquistadores a la vieja usanza colonial que quieren anexionar un terrenito más a su imperio interplanetario. Esto me suena a vieja historia, como aquella que nos habla de unos señores muy buenos que hace quinientos años llegaron a América con el propósito de enseñar a sus salvajes habitantes educación europea y a conocer a Dios, y a cambio se llevaron a su casa unas patatitas y unos tomatitos de nada. Visto como está hoy América Latina, llegamos a la conclusión de que aquellos señores conquistadores no eran caballeros tan buenos, ni los oriundos de aquellas tierras indígenas tan salvajes.

Pero volviendo al presente, y saliendo de cinematográficas fantasías, la idea de que nuestro planeta necesita un cambio de imagen y de conducta se empieza a extender entre los habitantes del mundo que ven en esta crisis un aviso más que una amenaza, un susurro al oído que dice: "Chico, tienes que cambiar, que vas por mal camino". De ahí que se comience a hablar de un cambio social universal: un renacimiento contemporáneo globalizado. Los más juiciosos recomiendan esa medicina a esta tierra enferma.

Claro, que hay que ver el escaparate que presentamos el género humano: tanto socialista aburguesado, tanto liberal materialista, tanto fascista colérico, tanto intolerante obstinado, tanto multipropietario avasallador, tanto político populista, tanto defensor fanático de la verdad divina. Difícil se presenta el cambio.

A sabiendas de que el rico no quiere entender de estrechuras y al menos rico le encanta entender de anchuras, ¿a ver quién inyecta la primera dosis de cambio social al mundo?