Hace unos días falleció una mujer familiar mío con 54 años, después de haber luchado once años contra una enfermedad que primero amenaza, luego invade y por último destruye. Es una enfermedad a la que cada día combatimos con armas más sofisticadas, pero a su vez ella prolifera entre nosotros. Se diría que es un ejército a cuyas filas se alistan día a día más soldados. Así pues el terreno que nosotros ganamos combatiéndola, ella nos lo arrebata extendiéndose. Hablo del cáncer.

Quiero creer que el ser humano dispone de una inteligencia que le capacita para derrotar a esta enfermedad que tanto daño nos está causando. Disponemos de cientos de mentes privilegiadas ansiosas por investigar y descubrir el arma letal que acabe con nuestro enemigo. Sin embargo hay que dotarlos de logística para llevar a cabo una acometida efectiva. Y esto, por desgracia, sólo se consigue con dinero.

NO ME gustaría caer en juicios tópicos y sentencias típicas, pero me duele, como supongo a cualquiera de ustedes, que se esté desaprovechando tanto cerebro útil de tantos españoles brillantes que en muchos casos terminan repartiendo pizzas o vendiendo hamburguesas fuera de España. Los menos son reclutados para la investigación. Y a saber cuántos físicos o químicos son incentivados a cambio de emplear toda su capacidad en el desarrollo de alta tecnología destinada a la fabricación de armas de destrucción masiva. Y a saber qué capacidad de destrucción masiva tendría el cáncer si el dinero que cuesta un misil atómico se destinara a la investigación oncológica. De cuántas sofisticadas máquinas, de cuántos fármacos infalibles, de cuántas terapias curativas dispondríamos para acabar de una vez por todas con el cáncer.

Ya sé que mi texto está lleno de obviedades. Ello se debe a que yo me lleno de rabia cuando sé de alguien que se muere de cáncer porque en el mundo gastamos poco dinero para acabar con este enemigo real y muchísimo en prevenirnos de ataques de enemigos inventados, amén del dinero que se destina a provocar interesadamente otro tipo de cáncer: la guerra.