Habitamos un tiempo con una clara intención política, testigos de los primeros embates de un proceso electoral, de un instante que avanza con paso inexorable, cuando cada momento se nos llena con el tremolar de las últimas banderas y el refulgir de los himnos, cuando es preciso salir a la calle y recorrer una por una todas sus casas y buscar ese voto indeciso y sin dueño que se refugia en los aledaños de la indefinición, y que puede ser el que finalmente desequilibre la balanza, porque asistimos a un proceso electoral caracterizado por ser el más abierto de los vividos en esta etapa de autonomía democrática.

Ya no queda tiempo para vacilaciones, ahora es preciso andar con paso seguro, jugar al todo o nada, sin vuelta de hoja ni marcha atrás. Se especula con la posibilidad de un debate televisado entre los líderes de los diferentes partidos, algo que tendría una eficacia equivalente a la de muchos mítines, y sin apenas gastos ni pérdidas de tiempo, sólo es cuestión de decisión y de voluntad política, pero nadie se embarcará en semejante aventura sin tener la certeza de un inmediato beneficio, aquí no se trata de valientes ni de cobardes, sino de entender que en la actual coyuntura de equilibrio, se pueden jugar muchos votos en una sola baza, en una opción de incuestionable riesgo, que puede ser perfectamente asumida por quienes tienen mucho que ganar y poco que perder, pero que no es aconsejable para quien no se encuentre en esta tesitura.

En este tipo de debate el espectador, más que en las diferencias programáticas o en los modelos de gobierno, suele fijar su atención en el ritual, en la puesta en escena, en la anécdota, en la parafernalia de los gestos y en la retórica, en el tono, en la sonrisa, en definitiva en la aureola de la imagen que cada líder proyecte sobre la mente del espectador; donde las bondades, el bagaje cultural de la oratoria y la coherencia del discurso pasan inadvertidos ante las lindezas de cualquier eventual ocurrencia. Un simple amago de profundidad intelectual pudiera resultar de soporífera inconveniencia, habituados a la trivialidad de un medio, donde las audiencias se decantan más por programas de formato zafio, que por aquellos de relevante contenido.

Si por algo nos caracterizamos los extremeños es por poseer un estricto sentido de lo práctico y de lo concreto, no queremos que los políticos extiendan una cortina de humo ante nuestros ojos, ni que se enreden en juegos malabares, con la oculta pretensión de confundirnos con las bellas palabras de un discurso aprendido, populista o lleno de perplejidades, sino que actúen desde la naturalidad, la responsabilidad y el buen criterio en un ejercicio de sana pedagogía y de sinceridad.

XLOS POLITICOSx deberán comparecer ante la ciudadanía sin fajarse en la brega de un discurso simplista, repetitivo o narcisista, que nos retrotraiga a un pasado de indisimulado victimismo, fundamentando cualquier posicionamiento en lo que se hizo o en lo que se dejó de hacer. Conviene obviar lo que todo el mundo conoce, no caer en la trampa de reiterar lo evidente, huir de los tópicos, estereotipos y ambigüedades, tender hacia el campo abierto, encarar el futuro desde posiciones perfectamente diferenciadas, entrar en propuestas concretas referidas a temas de infraestructura y de política social, sin caer en las consabidas milongas de promesas en las que nadie cree, o en alambicados inventos de última hora. A partir del análisis de esta realidad que nos rodea, vertebrar una política pragmática y de progreso, prescindiendo de las soluciones genéricas que puedan ser asumidas indistintamente por cualquier partido, ser capaces de generar expectativas y despejar incertidumbres, que no quede en el ciudadano la impresión de que lo único que importa es conseguir el poder, por el poder en sí mismo, y no como una herramienta al servicio de la sociedad.

En estas elecciones autonómicas hay mucho en juego, ya que de perderlas, unos se verían desposeídos del aparato del poder y de todo lo que conlleva, mientras que otros perpetuarían esa trayectoria de derrotas que les conduciría inevitablemente a una catarsis renovadora, tras pasar por un periodo de culpabilizaciones, de controversias y de pesimismo.

La política no es una escenificación de lo abstracto, sino un ejercicio que se fundamenta en la credibilidad hacia unas personas y hacia una gestión realizada a lo largo de un periodo de tiempo, en este sentido, ambos partidos han asumido responsabilidades de gobierno en muchas alcaldías de nuestra comunidad, por tanto ya existe un referente en el que apoyarse, para evitar que votar signifique someterse a un arriesgado juego de adivinación, sino en la convicción de que se opta por quienes han de ser los mejores depositarios de nuestra confianza. Lo importante del proceso electoral es que el ciudadano constate las diferentes opciones y alternativas que se le presentan sobre el futuro de Extremadura, lo de menos es el modo que cada partido establezca para materializar este objetivo, ya sea mediante las tradicionales campañas o por medio de televisivos debates.

*Profesor