Gran día para la música: Carlos Santana (Autlan de Navarro, estado de Jalisco, México, 20-7-1947) estrena hoy en Barcelona su nuevo disco, Shaman. Acude a la cita dos años después de haber acaparado nueve premios Grammy tras la aparición de su álbum Supernatural (1999). Entonces, 28 años después, volvió a número uno de ventas en Estados Unidos, el país en que se afincó cuando tenía 14 años.

Hijo y nieto de mariachis, Santana pertenecía a una familia mestiza (madre española) de 12 hermanos, cuyo padre se ganaba la vida tocando en locales nada selectos. Papá Santana le enseñó a tocar el violín y a amar la música. Fue suficiente. El resto lo puso él. Primero, en Tijuana, y luego, en San Francisco. Sin haber grabado un solo disco, participó con su pequeña banda en el mítico festival de Woodstock en agosto de 1969. Meses después, se estrenó con su primer disco, que incluía Jingo. Había nacido para la historia musical un pionero del rock latino, un precursor de la música afrocubana, uno de los mejores guitarristas del mundo. En 1972, entró en trance místico siguiendo a un gurú y adoptó el nombre de Devadip (lámpara de luz). Aquello le ayudó a dejar la mezcalina y a casarse. Cree en Dios, pero no en las religiones organizadas ("son como la Coca-Cola, te engañan y no te quitan la sed", dice). Su don es el sentimiento. Cuando toca, siente tanto que contagia.