TAtdemás de pasar por una facultad llamada Ciencias de la Información, y de trabajar de becario hasta casi entrada la madurez --y eso si encuentra trabajo--, el periodista del futuro deberá obtener un carnet, expedido por un organismo en el que intervendrá la Administración, según puede colegirse de la lectura del futuro Estatuto del Periodista.

Parece que, entre los asuntos urgentes de este país que pasa con alegría por un otoño preocupantemente seco, se encuentra el de redactar un Estatuto del Periodista. A mí me parece que debe ser la fiebre del Estatut, que ha alcanzado una temperatura que obliga a sospechar de la existencia de algún meningococo suelto.

Ni en las Asociaciones de la Prensa, ni en los estamentos militares, ni en los civiles, ni en los religiosos, ni en las peñas de las fiestas patronales he observado ningún tipo de clamor por el que se pidiera encuadrar al rebaño de los periodistas con un carnet.

Parece que la justificación a este retorno a la etapa franquista --donde el carnet y su retirada producían unos efectos coercitivos sobre los periodistas-- se origina, según la dialéctica de sus defensores, en que la actividad de los periodistas tiene una gran repercusión social. Y es cierto. Menor, desde luego, que la repercusión social que tienen los políticos, que sólo tienen carnet de partido, por lo que convendría también establecer un Estatuto del Político y el otorgamiento del correspondiente carnet profesional.

Y los arquitectos. Los arquitectos tienen una gran proyección social, así que, además de estudiar Arquitectura e inscribirse en su colegio, deberán obtener un carnet de arquitecto. Y los obispos. A mí me parece que los obispos tienen una gran proyección social y un obispo sin carnet parece que da un poco de reparo. Y los pintores.

¿Se imaginan a un pintor sin carnet? Que antes de poner sus paletas sobre el óleo les expidan un carnet. Y los toreros. ¡Anda que no tienen proyección social los toreros! En definitiva, carnets para todo y para todos.

*Periodista