Vivien Leigh

Cincuenta años de su muerte

Elvira Clara Bonet // Navalmoral

El 7 de julio se cumplirán 50 años del fallecimiento de la actriz Vivien Leigh. Por este motivo, tanto en Londres como en Barcelona, tendrá lugar un homenaje en su memoria. En Londres habrá un solemne memorial en la iglesia anglicana de los actores teatrales, el Covent Garden St. Paul’s. El pasado 21 de junio, la biblioteca Can Mariner, en Horta, también ofreció un cálido homenaje en su recuerdo. Son muchas las personas que todavía la recuerdan por sus inolvidables películas, como Lo que el viento se llevó o Un tranvía llamado deseo, entre otras. Tuve el honor de conocerla personalmente en 1965 y asistir a su memorial en 1967, invitada por su propia familia. Descanse en paz la más delicada flor del jardín del arte de Talía. El viento, a pesar de los años, no se la ha llevado.

Infancia

Mucho más que unas simples botas de fútbol

José V. Madolell // Entrenador

A Marcos le gustaba jugar en el cadete del club de su barrio, entrenar tres días y jugar el partido del fin de semana. Disfrutaba jugando en aquel viejo campo de tierra, orgulloso de sus viejas botas sin marca, usadas, que le regaló un compañero de clase. Lamentaba los escasos partidos que podía verlo su padre, a los entrenos le era imposible, ya que cuando acababa su jornada de mecánico en un taller, reparaba averías en un pequeño descampado del barrio. Su madre le lavaba y planchaba el equipo en los ratos que le dejaban los trabajos de limpieza en varias casas. Gracias a eso podían pagar las cuotas mensuales del club y Marcos pudo jugar siempre. Un día pusieron césped artificial de nueva generación y tuvo camiseta de nuevo diseño, pero sus botas seguían siendo de segunda mano. La publicidad le cegó y primero pidió y después exigió a sus padres unas botas de primerísima marca. Ellos le dijeron que esperara a su cumpleaños, pero a él se le ocurrió que haciendo algún trabajo en verano podría pagarse las botas. Se puso a trabajar clandestinamente en una panadería en jornadas interminables. Llegaba destrozado. Un día, su madre se lo llevó de los pelos de la panadería gritándole: «Nunca te arrodilles ante nadie por muy bonitas que sean las botas». Se fue a jugar a la playa descalzo, con una pelota, y empezó a valorar el esfuerzo de sus padres y el precio de sus viejas botas. Por su cumpleaños, su tío le regaló las soñadas botas. Marcos lloró abrazando más a sus padres que a las botas. Limpió las viejas botas, se las llevó al entreno y decidió que compartiría los partidos con ambas. Sus padres se miraron satisfechos porque Marcos había entendido las reglas de juego.