´A VIVIR QUE SON DOS DIAS´

Gracias, Montserrat Domínguez

M. Montserrat Lamas Vizcaíno

Cáceres

El sábado 22 de noviembre tuvo lugar en el Complejo Cultural San Francisco la estupenda emisión A vivir que son dos días cuya protagonista principal, además de la información, es la periodista Montserrat Domínguez. Ese día rehuí un viaje precisamente para asistir al evento, nunca había presenciado una emisión de radio en directo, y fui sobre todo atraída por la personalidad de la periodista.

Me alegré, los integrantes de la emisión hicieron gala de profesionalidad y todos ellos destilaron finísimo periodismo. Montserrat fue más allá de lo que yo conocía de ella. Tuve ante mí a una persona tan sencilla y natural como la conocida elegante naturalidad que de su voz trasciende por la radio. Tan natural que se le podría haber añadido un delantal a su sencillo vestido y hubiese encarnado a una sencilla ama de casa. Claro que la imagen de la sencilla ama de casa , delantal incluido, no se acomoda muy bien con la enciclopedia de la información andante que esta mujer representa, aunque tampoco es que la cosa sea incompatible. Lo que me sorprende más, y sin menospreciar la categoría y profesionalidad de otras periodistas, es lo poco común de esa cualidad de Montserrat entre sus colegas. En algunas de ellas, la naturalidad que pretenden transmitir se contradice con la afectación de tono y risitas sin venir a cuento. Otro tanto sucede con ciertas informadoras de la tele, cuyo mérito parece ser el que no se les mueva un músculo de la cara ni un pelo de la cabeza, y dan la imagen de auténticos robots en la pequeña pantalla.

La afectación es ajena a Montserrat, su finísima sencillez hace olvidar que es una de las periodistas de más prestigio de la SER, documentada en todos los intríngulis de la política, la economía y la cultura.

Y es que no hay verdadera grandeza sin sencillez.

LA APERTURA DE FOSAS

¿Memoria históricao histérica

Gregorio Argüello Zambrano

Almendralejo

En los foros de debate de los periódicos, entre seudónimos y sobrenombres, ideas constructivas de personas constructivas, mal gusto, gracias, pamplinas y auténticos cobardes, da la impresión de que hay quienes padecen el efecto Casandra . Si fuera obligatoria la identificación real y mantener lo dicho otro gallo cantaría, sabríamos quién es de profundas y respetables convicciones --las que sean-- y se descubrirían los hipócritas, que están de moda, aunque ni sean todos los que están, ni estén todos los que son .

En el caso de los desenterramientos por orden del juez Garzón --aunque ahora no sea de su competencia -- la polémica y el enfrentamiento están servidos; y dirán que no hasta los participantes, muchos de ellos con referencias interesadas acerca de lo que pasó y no pasó entonces, todo lo cual --sin negar en absoluto los crímenes, por ambas partes-- me afianza en la idea de que no solo no se consigue la supuesta pretensión de cerrar heridas , sino que, a la vista está que se abren en cuanto uno dice lo contrario. Y eso que estamos en democracia, algo esto que parecen no entender precisamente quienes tanto la aluden y tanto hablan de represión (a los foros me remito).

Es obvio que hay recuerdos --incluso no vividos en primera persona-- que responden o pueden responder a la realidad, pero otros muchos responden al resentimiento incluso sin sentido y a las insaciables ganas de adoctrinar en las propias creencias; y es aquí donde se produce la confrontación.

Mala forma de aprender de los errores tiene quien no sabe o no puede hacer uso correcto de la memoria, selectiva por propia naturaleza, y la utiliza cual ley del embudo . Por mi parte, sigo pensando en el despropósito que supone por un lado sacar a los muertos de la sepultura, mientras por otro se intenta mandar a los vivos al vertedero; y es con esto último, con lo que contraemos una auténtica deuda histórica. Cuando la histeria actual sea historia, claro.