ENSEÑANZA CONCERTADA

A los sindicatos

Enrique Silveira

Profesor extremeño

No deja de asombrarse uno nunca de las vicisitudes que le ofrece la vida. Algunas te enriquecen, otras te entristecen y las peores te invitan a repudiar a tus semejantes. Llevo muchos años soportando iniquidades -- como todos los profesores de la enseñanza concertada--, pero en estos últimos días he constatado una animadversión particular hacia nuestro gremio que se instala definitivamente en una persecución tan malévola como desproporcionada y necesita una respuesta.

Normalmente, los ataques contra nuestra comunidad provienen de personas rematadamente ignorantes que consideran nuestros centros cobijo de oscuras logias o de colegas que pretenden su abolición para solicitar las plazas que de esa desaparición surgieran.

Dejaré para otro instante las condiciones en las que trabajamos en un colegio concertado, sin caer en el victimismo, aunque dejando bien claro cuál ha sido nuestro indispensable papel en el desarrollo del sistema educativo en España, pero corre prisa recordar a los malos sindicalista su papel en la sociedad y cuáles son las líneas rojas que todos ellos deben respetar.

A propósito de las noticias publicadas en los medios regionales acerca de la intención de la Consejería de Educación de eliminar aulas en Extremadura, estos defensores más de sus habichuelas que del trabajo digno claman para que sean las aulas concertadas las primeras en clausurarse, como si los que en ellas trabajamos fuéramos ciudadanos de segunda que no gozan de los mismos derechos que sus representados. Me pregunto entonces qué tipo de representante de los trabajadores es aquel que promueve el aniquilamiento de una parte del sistema al que pertenece para salvaguardar no el trabajo, que está asegurado, sino la ubicación más o menos placentera de este. Habréis sido elegidos por vuestros representados, obtendréis su aplauso y reconocimiento, pero no os llaméis sindicalistas, porque si lo fueráis de verdad respetaríais a todos los trabajadores (no somos advenedizos, estamos donde estamos por derecho propio) y no solo a quienes te dan palmaditas en la espalda.

sin reacción

Obispos sordos

Verónica Castro

Madrid

Es verdad que los obispos tienen en promedio una edad avanzada, pero hoy existen aparatos contra la sordera que parece no usan como debieran para cumplir con su cargo de vigilantes de la fe. Ni siquiera reaccionan cuando, contra lo que acaba de decir el Papa, no actúan cuando en su radio COPE, vemos que se felicita a Trump por actuar contra lo que defiende el Papa sobre la atención sanitaria y el cambio climático. Sí, lo hace un tal Herrera.