TLtlega el mes de junio y sobre las mesas de las salas de profesores aparece una caja de cerezas. Las ofrece a sus colegas algún vallenato. Porque proceden del Valle del Jerte. El personal las recibe con jolgorio y comentarios nunca excesivos: "Estas cerezas no tienen nada que ver con las que se ven en las tiendas". Y así es.

En primer lugar ni se parecen en el nombre. Porque en Cáceres y media España no hay más cereza que la picota . Si algún día decidieran leer la lista de especialidades se quedarían sorprendidos de la gran variedad que existe. Para no confundir, diré que, para mi gusto, las mejores son las ambruneses. Burdeos fuerte, gordas sin exagerar, carnosas, duras. Las hay más grandes, que llaman la atención por su tamaño, como la california, pero no tiene el sabor de la ambrunés. Es natural porque esta cereza es autóctona mientras otras especialidades son importadas. La naturaleza es muy sabia.

El Valle del Jerte no es solamente el cerezo en flor. Muestra un otoño espectacular con una panoplia de colores inigualable. Pero no es menos digno de visitar en estos momentos en los que el verdor de las hojas del cerezo queda salpicado por el rojo de las cerezas e incluso en algunos casos llega a ocultarlo totalmente. Además vuelves con unas cajas para los amigos y familiares. Y para el médico. En otros tiempos se las hubieran traído también a los maestros, pero como ya no hay maestros. Y los profesores es que no se merecen nada por lo visto.

Al menos yo, que nunca he recibido ni siquiera un mísero jamón. Lo único que me han regalado ha sido un póster de Claudia Schiffer . Que, dicho sea de paso, está tan buena como la ambrunés.

*Profesor