Profesor

El noble oficio de la política, cuando se realiza desde la honradez y la vergüenza de trabajar por el bien de la sociedad, y no por el de uno mismo, merece todas las consideraciones. Quien no merece respeto alguno son los chorizos y morcones de la vida política española o mundial. Este ganao sin escrúpulos morales sólo vive por y para la pela, se incrustan alrededor de todos los partidos sin distinción y no dudan en camuflarse de beatos, progres, intelectuales o anarcas con tal de sacar los cuartos para vivir como un marajá .

Hay choricillos de provincia que se conforman con un puesto de trabajo, un retiro sin dar golpe, unos milloncetes a escondidas y a cambio venden su alma al diablo, con lo cual no extraña verlos hoy en la izquierda y mañana en la derecha, o montar su propio partido bisagra (tiene mandangas el nombre) con el que esperan dar el golpe de su vida. No tienen discurso político, repiten cuatro gilipolleces y prometen el oro y el moro, sabedores de que nunca van a ganar por mayoría, pero su posible voto puede decidir un ayuntamiento o una comunidad.

Los chorizos de ciudad son más peligrosos por el montante del negocio, porque su compra o venta repercute en millones de ciudadanos, que ven perplejos cómo estos chorizos de cuello blanco incluso llegan a ser personajes televisivos, donde se les ríe la gracia de ser tan corruptos.

Y detrás de estos chorizos rurales o urbanos están los peores: los morcones , los que ponen las pelas, los que compran. Pues tan culpables son quienes compran como aquéllos que se venden, o aquéllos que ante la duda miran para otro sitio y callan.

¡País de chorizos y morcones que estropean el cocidito de la democracia!