Las personas mayores suelen usar chascarrillos y sentencias en sus parlamentos. Todos tienen un fondo de cierto pues están basados en la experiencia. Mi abuela solía decirnos: "Ya vendrá el tío Paco con la rebaja". La verdad, nunca supimos quien era ese tío Paco, pero entendíamos el mensaje, por el contexto.

Ahora, todos los años por estas fechas llega, inexorable, otro tío Paco: el de la declaración de la renta. Vivimos alegremente el resto del año sin pensar que a partir de mayo tenemos nuestra cita anual con Hacienda y debemos empezar a preparar papeles y rendirle cuentas al tío Paco. Y ante él no caben excusas; como si se tratara de un dios, lo sabe todo de cada uno de nosotros. Pero no es un dios benevolente, no, sino justiciero: si te coge en un renuncio o has tratado de engañarle, el castigo es seguro, y con recargo: te llaman al orden de momento y no te escapas. Claro que no es para todos lo mismo. Una vez escuché decir a una señora, dueña de grandes posesiones, que ella tenía buenos abogados y conseguía camuflar ciertas partidas. Luego están los que pagan y cobran con dinero negro, los que no te dan factura, los que declaran que ganan mucho menos de lo que obtienen en los negocios, y los que maquillan sus ingresos con tal maña, que logran engañar al Fisco. En cambio, los funcionarios y los que dependen de una nómina, tenemos las cuentas claritas.

Es evidente que todos debemos contribuir al sostenimiento de los gastos públicos según nuestra capacidad económica, eso es lo que dice el artículo 31.1. de nuestra Constitución, porque con nuestras cotizaciones ayudamos a que el Estado recaude los dineros necesarios para los asuntos sociales, como pensiones y ayudas a los más necesitados. Pero lo mismo que algunos de los católicos practicantes se confiesan por temor al infierno, los contribuyentes, como buenos pícaros, pagan por temor a las represalias de Hacienda. Si no todos, la mayoría.