Cáceres no es una ciudad educadora; sí ya sé que somos ciudad del pádel, aunque no se haya vuelto a decir nada del proyecto anunciado a bombo y platillo; también somos ciudad de congresos, aunque mejor no hablar de esto a las empresas que organizan estos eventos o piden la utilización del Palacio de Congresos de la ciudad; Cáceres es también ciudad del baloncesto, esto no sé a quién se le ha ocurrido ni porqué se mantiene, no tenemos ningún equipo en las primeras divisiones de este deporte, y hasta el célebre campus que dirigía José Manuel Calderón se lo han llevado a Badajoz, con tanta o más razón podríamos ser ciudad del vóley, del futbol o del balonmano.

También, y según publicábamos en este mismo periódico hace un año, atendiendo a un estudio realizado por el portal de viajes on line Expedia, Cáceres es la ciudad del amor, "debido al encanto de la ciudad monumental y la oferta gastronómica que convierten a la Cáceres en uno de los principales destinos para pasar San Valentín, por delante de clásicos como París y Londres", si tienen dudas de esto, les aconsejo tirar de hemeroteca y ver lo publicado el 6 de febrero del pasado año. Vamos, que somos la hostia y yo no me había dado cuenta de en qué ciudad vivo.

Quisiera que Cáceres fuera una ciudad educadora, porque me gustaría vivir en una ciudad que ofreciera actividades para jóvenes y escolares, conciertos didácticos, o ensayos en el peor de los casos, ofrecidos por la orquesta de Extremadura, qué panorama tan distinto para sus músicos sería ver el palacio de congreso lleno de un público cuya media de edad no ronde la jubilación. ¿Qué hace falta para que los estudiantes cacereños puedan volver a visitar la depuradora de aguas residuales y la potabilizadora para conocer el ciclo del agua en nuestra ciudad?. ¿Cuándo seremos invitados a visitar la planta de compostaje y valorización de residuos, si queremos que los ciudadanos entiendan la necesidad de reciclar? ¿Cuándo los parques y jardines, los museos, la ciudad monumental, el Gran Teatro volverán a ser los espacios educativos que fueron hace no mucho?

ESTOY CONVENCIDO que algunas de las empresas que prestan servicios a la ciudad colaborarían sin tener que hacer interminables llamadas para tener finalmente un no por respuesta, si el ayuntamiento les hiciera ver que una de sus misiones debe ser la didáctica y educativa, así figuraba en muchas de sus ofertas cuando se presentaron para prestar el servicio. ¿Cuándo tendremos programas de educación no formal, visitas guiadas, puertas abiertas, para que nuestros mayores se acerquen a conocer la ciudad, acompañados de monitores o guías que les descubran los valores de nuestra ciudad, y les hagan sentirse orgullosos de ese rico patrimonio que hemos heredado y que estamos obligados a difundir y conservar?

Ya ven que esta semana, en la que los maestros celebramos a José, el Santo de Calasanz, he decidido lanzar preguntas para ver si quienes nos mandan, iba a decir dirigen, se dan por aludidos, aunque entenderán que a estas alturas de mi vida piense que es posible que la palabra educación produzca a algunos de nuestros dirigentes el mismo efecto que a Göring o a Millan-Astray les producía la palabra cultura, a ellos se atribuye el rebuzno que decía: "cuando oigo la palabra cultura, echo mano a mi pistola".

Hoy más que nunca es necesario que despertemos el espíritu crítico de las personas, que descubran las trampas que la sociedad nos tiende, ya que una verdadera educación nos prepara para afrontar situaciones difíciles de manera justa y respetuosa, aunque sea desde la crítica, y nos ayuda a participar de manera activa en la vida cotidiana.

El año próximo vamos a ser capital de la gastronomía, una alegría para la ciudad y para Extremadura, pero ¿por qué no ser también una ciudad universitaria?, sobre todo teniendo en cuenta que la universidad es la primera empresa de la ciudad, y que tiene más de trece mil jóvenes que cada fin de semana se van a sus pueblos ante la falta de atractivos que les plantea su ciudad, salvo durante el Womad. ¿Se imaginan que esto pasara en ciudades como Salamanca o Alcalá, que cada fin de semana ven llegar a sus estaciones de tren o de autobús millares de universitarios, muchos de ellos procedentes de Extremadura, para disfrutar de estas ciudades típicamente universitarias?

Hoy no hablaré de medio ambiente, hemos dejado de ser la ciudad verde que plantaba árboles y de la que presumía Saponi , a convertirla en una ciudad Atila y arboricida. A cualquier persona cultivada debería producirle dolor si se le acusa de no preocuparse por la educación de sus ciudadanos y de su medio ambiente, salvo que hayamos perdido la vergüenza, y cuando eso pasa yo siempre recuerdo la sentencia del científico G.C. Lichtenberg que dice que: "cuando los gobernantes pierden la vergüenza , los gobernados pierden el respeto".