Sí, la clase política está desprestigiada. La forma de hacer y entender la política en nuestro país, a veces, produce náuseas. ¿Saben por qué? Porque hastía, porque huele mal. Sí, huele a corrupción, nepotismo, favoritismo, arbitrariedad, sectarismo, oportunismo, bronca, descalificación, insulto, desprecio, enfrentamiento, venganza y puñalada trapera.

Me dirán que no todos los políticos tienen comportamientos indignos y censurables, y tienen razón: hay honrosas excepciones. Pero díganme, hablando en términos generales, ¿no sienten ustedes preocupación y vergüenza por el espectáculo diario de muchos de nuestros políticos? ¿Por qué y por quién se pelean nuestros representantes políticos? ¿Por sus partidos, por defender sus ideas, por sus intereses personales, por envidia, por odio, porque nos quieren mucho, porque les importamos un rábano, porque no dan más de sí?

Poco importa el motivo. Lo que está claro es que a los ciudadanos no nos gusta este clima político y, para cambiarlo, nada mejor que censurar, denunciar y reprobar estos comportamientos y formas detestables de hacer política; porque, si no lo hacemos, corremos el riesgo de comenzar a aceptarlo como algo inevitable o normal.

Pedro Serrano Martínez **

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