Escritor

Asisto a una polémica generada en estos últimos días y me quedo sorprendido, a la vez que me embarga una cierta tristeza. Me refiero al dichoso asunto de la enseñanza religiosa que sigue enervando al rancio y trasnochado anticlericalismo español. Me doy cuenta, como en otras muchas cosas, que con demasiada frecuencia se alzan voces que se presentan como ´representativas del interés social´ o de ´lo que piensa la gente´. Esas voces suelen ser coincidentes a la hora de enarbolar su posición radicalmente contraria a la enseñanza religiosa. Aquí justamente se despierta mi sorpresa. ¿A quién representan?

Atención a los datos que sí son representativos. Según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), realizada entre la población mayor de dieciocho años, el 82ú5% de los españoles está a favor de que se enseñe la Religión Católica en los centros docentes . Teniendo en cuenta que el 7,1% no sabe/no contesta, nos queda un reducidísimo número de personas abiertamente contrarias a la enseñanza católica (entre los que se cuentan, claro está, los fundamentalistas musulmanes). Estos son los únicos datos verdaderos.

Y de aquí viene mi tristeza. El lector sabe que, aunque regionalmente soy más conocido por mi faceta de escritor de éxito (que quizá sea más llamativo en este dichoso mundo mediático), ejerzo de cura en un pueblo de Extremadura. Mi vida ordinaria pues, la del día a día, transcurre entre personas sencillas de nuestra querida tierra. El sentir de la gente no me es en absoluto ajeno. Charlo a diario con padres y madres, los escucho y, naturalmente sé lo que piensan de éste y otros asuntos. Los españoles y españolas, sin duda alguna, quieren mayoritariamente que sus hijos se eduquen en sus convicciones religiosas y morales. Por tanto, quieren la enseñanza católica en escuelas e institutos. No hay otra verdad que esta. Ahí están las cifras abrumadoras que no ofrecen duda.

Entonces, ¿a qué esta reiterativa, machacona y recalcitrante polémica sembrada por una paupérrima minoría? En éste como en muchos otros temas, parece que sólo se oye al que más vocifera.

Que la Junta de Extremadura escuche la voz de su pueblo. Existe, indudablemente, una democracia formal que se sustancia en las urnas, recientemente utilizadas conforme a derecho. Pero esto no le da al gobernante un derecho absoluto de hacer de su capa un sayo sin atender a las necesidades educativas que su pueblo le plantea. Se debe legislar con el pueblo. Esa es la democracia real. Cuidado pues en este asunto.

España no puede renunciar a su historia, a su herencia intelectual, espiritual y artística. Sin conocer la fe católica difícilmente un adolescente podrá comprender bien al Greco, Tiziano, Zurbarán, Velázquez, el Divino Morales, Martínez Montañés, Juan de Mesa, San Juan de la Cruz, Teresa de Avila, las Cantigas de Alfonso X, Lope de Vega, Calderón de la Barca... Esto es lo que hay. Nadie puede escoger a sus padres, como nadie puede elegir la cultura del mundo en el que le ha tocado nacer y vivir.

Y nuestra cultura, con su ineludible bagaje espiritual católico, es rica, bella, única...