WEw l aforismo de que quien contamina, paga tiene ya su extensión a los automovilistas. En la ley de calidad ambiental que se tramita en el Congreso se prevé la sustitución del actual impuesto de matriculación por una nueva tasa que grave la compra de un vehículo según su previsible capacidad de contaminación. Es lo que pide la UE: en cinco años, la emisión de gases de un coche deberá ser inferior a los 120 gramos de CO2 por kilómetro recorrido, una exigencia que hoy cumple un ínfimo número de vehículos. Así, la ley lleva hasta los usuarios la implicación en la lucha contra el calentamiento del planeta, que no solo corresponde a países y empresas. No vincula la futura tasa a la cilindrada del vehículo, sino a que este se adapte a legislación medioambiental. Ello forzará a los fabricantes a mejorar sus procesos productivos.

Frente a estos argumentos, hay otros nada desdeñables. Entre los coches más contaminantes, están los 4x4 --no todos--, que son los más caros y que, paradójicamente, mantienen un buen nivel de ventas pese a la caída general del mercado. ¿Alguien cree que encarecer estos modelos disuadirá a sus compradores Otros proponen que la nueva tasa vaya vinculada al impuesto de circulación --que es anual y se puede modular-- porque a veces contamina más un coche de 15 años que uno de gran cilindrada recién estrenado. Es hora de discutir cómo se grava el uso del coche, el medio de transporte que más contamina. Castigar la ostentación o premiar la modestia cuando se va al concesionario no es el debate real. Hay que hallar la fórmula para que los impuestos ayuden a reducir la contaminación.