T¡Ctómo la bailan!, decía doña Felisa al paso dela Virgen de la Montaña. En Badajoz, don Fernando Sánchez Cuadrado, protegido de la Virgen de Bótoa, abogaba porque pongamos a nuestras hijas el nombre de esta madre del amor hermoso. ¡Qué bonito! Nuestro admirado cura de esta casa, Jesús Sánchez Adalid, y protector nuestro, nos decía el domingo que la religión no tiene nada que ver con el fanatismo y yo discrepo, porque si no se es fanático no se es religioso. Para bailar una virgen hay que ser un poco fanático.

La foto de Saponi con la Guardia Civil, la banda, los curas con dalmáticas y todos con varas de metal con un crucifijo en lo alto hacían de verdad que este Periódico pareciese ese día la hoja parroquial, dicho con todos los respetos y sumisión. Hasta hace poco, esta España querida que dentro de mi alma la llevo metida, bailaba a don José María Aznar, y lo saeteaba como si fuera la Virgen de Bótoa. Después, todo esto queda reducido a una pastelería del Horno de Santa Eulalia o a unas magdalenas de la Virgen de la Montaña.

En el otro extremo están las otras vírgenes nuestras, de las que ya van dieciséis, y caerán sesenta o setenta cuando termine el año. Y digo yo si no habrá una virgen que haga lo propio con Alvarez Cascos, que ya se ha gastado el 98% del presupuesto del Ministerio de Fomento de este año y todavía no ha terminado mayo y el que más y el que menos tiene que dedicar un sueldo entero de un mes para pagar el impuesto de la renta. Así, renta que caiga.

Por favor, vírgenes mías, poneos de acuerdo y que hable una de portavoz y nos ahorramos todas las romerías y los bailes.

*Escritor