Profesor

Hace muchos años, fue Fraga Iribarne, cuando constituyó Alianza Popular, quien interrogado acerca de las razones que le llevaban a asociarse con un antiguo adversario, siempre dentro de los límites en que se puede ser adversario de quien ha compartido contigo sillón en un Consejo de Ministros de Franco, un dictador que sí murió en la cama, sin que, afortunadamente, nadie nos liberara de él a base de bombardearnos; hace muchos años, digo, Fraga manifestó que si se asociaba a López Rodó, destacado miembro del Opus Dei y mentor del famoso Plan de Desarrollo de los años sesenta, era porque "la política hace extraños compañeros de cama".

De modo que si un político, al menos un político de la cuerda del antiguo ministro de Información y Turismo, el de la bomba de Palomares, el que justificó el fusilamiento de Julián Grimau, es capaz de compartir cama con alguien de su propio sexo, perteneciente además a una asociación tan estricta con las cuestiones de índole sexual como la fundada por monseñor Escrivá, ahora san Josemari, ¿cómo negar a sus herederos y sucesores que compartan, si no cama, al menos largas y continuas conversaciones telefónicas, con sus medias naranjas, allá donde éstas se encuentren?

¿No fue otro ministro de Franco (disculpe el lector que hablemos tanto del pasado: es cuestión de la edad), el inolvidable Arias Navarro, que en gloria esté, quien decía mirar, cada vez que le surgía la duda, a una lucecita permanentemente encendida en el palacio de El Pardo, donde moraba el pequeño dictador, para que ella le esclareciese?

Ahora, según es público y notorio, Aznar llama a Bush con gran frecuencia. Y le visita en el rancho. Aunque, como las costumbres se han liberalizado, a veces incluso montan un trío con Blair en las Azores. Supongo que las facturas telefónicas de Moncloa serán para echarse a temblar, pero habrá que darlas por buenas si ello contribuye a sacarnos del rincón en el que estábamos confinados. ¿O es que nos va a resultar gratis haber dejado de ser como Alemania o Francia, países irrelevantes como todo el mundo sabe?

Pero lo que ignorábamos era que ese estado de enajenación mental transitoria del enamoramiento, como decía Ortega, cada vez afecta más a los miembros del gabinete. Ahora es Ana Palacios, también miembro de la Obra, mire usted qué casualidad, la que vive sin vivir en ella por culpa de Powell: "Hablamos casi a diario", dice el secretario de Estado en su reciente visita a Madrid, "pregunto por la noche a mi gente: ¿Ha llamado Ana hoy?, y me responden: Sí". Ana, por su parte, no es menos obsequiosa con el maduro galán: "Hay matices en que hay que mirar a los ojos del interlocutor".

Disculpemos la penosa oratoria de doña Ana, Ana Anacoluto , como la ha llamado una conocida comentarista de pluma viperina. Y roguemos para que el PP siga en el Gobierno por muchos años. Ya se sabe de lo que es capaz un amante por defender la honra de su amada. Y éste, el amante americano, es, literalmente, de armas tomar.