Con el precio que tienen las autoescuelas extremeñas cualquier accidente debiera ser realmente un accidente. Y no estoy por la tautología. Extremadura va a la cola de casi todas las estadísticas en sueldos, ingresos y producción, pero está a la cabeza en lo que cuesta sacarse el carnet de conducir, lo que tiene una fácil lectura: algunos están haciendo el agosto a costa del frenazo del aprendiz.

El carnet de conducir no es un producto de lujo y sí lo es de primera necesidad para la inmensa mayoría de los ciudadanos, y ahí es donde debiera buscarse, por quien corresponda, el término medio para acompasar los costes con los precios de modo que no parezca que aprender a conducir, sea un tributo de saqueo y piratería. Cuando el consumidor tiene desconfianza sobre los precios, y las tarifas, se genera también una suspicacia sobre la calidad de los equipos, la metodología y la enseñanza que proporciona un sector, en cuyas manos está, tal como comprobamos todos los días, la propia vida y la vida de los demás. Una diligente mirada por parte de los responsables pudiera volver el carro a su carril y restablecer unas razonables tarifas sin ceder en la calidad de la enseñanza y sin dejar las mismas en mano de los oportunistas que en todas las profesiones, desgraciadamente, existen.

*Filólogo