La sangría en las carreteras continúa y los más afectados, como ha refrendado un reciente estudio del RACC, siguen siendo los jóvenes. Medidas como la proliferación de radares y controles de alcoholemia han de servir para combatir la conducción irresponsable relacionada con el ocio nocturno. Pero éste sólo es uno de los factores del elevado índice de accidentes en este colectivo. Hay otros. El número de siniestros entre quienes acaban de obtener el carnet indican también que los conductores noveles cogen el volante demasiado verdes y con un exceso de confianza.

Por eso es un acierto la novedad que Tráfico quiere introducir: que los jóvenes de 17 años puedan conducir, acompañados por un adulto con experiencia y siempre que ya hayan superado el examen teórico y un número mínimo de prácticas en una autoescuela. Así se regularizaría algo que ya existe en la realidad, se contribuiría a que los conductores noveles acumulen experiencia y se implicaría a los adultos en su maduración. La medida quizá sólo tenga un impacto modesto en los índices de siniestralidad, y debe ir acompañada de una reflexión sobre la formación en las autoescuelas, pero sin duda va en la buena dirección.