TEtstán apesadumbrados. Me refiero a los ministros de Trabajo y Justicia que en Finlandia intentaron, sin éxito, convencer a sus colegas de la Unión Europea de que la inmigración masiva que está soportando España --sobre todo la de africanos que llegan a Canarias desde el continente--, no es sólo un problema español. También lo es para el resto de Europa porque la mayoría de los que llegan procedentes de Senegal intentan luego seguir viaje hacia Francia o Bélgica. Esta fue la almendra de la argumentación del ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar . A su colega de Trabajo, Jesús Caldera , el problema de los cayucos le trae de cabeza, sobre todo desde una perspectiva humanitaria. Le preocupa la situación de desbordamiento que viven en Canarias.

La percepción de que en las próxima elecciones este problema va a pesar de manera sustancial en la configuración del voto de mucha gente está en el centro del giro que ha dado el Gobierno pasando del papeles para todos a repatriación para quien entre de manera ilegal. También explica el porqué la vicepresidenta ha invitado al portavoz parlamentario del PP a concertar sobre la política de inmigración. El encuentro entre Fernández de la Vega y Zaplana la verdad es que tiene morbo político. No olvidemos que el dirigente popular viene de acusar al ministerio del Interior de supuestos delitos relacionados con la presunta falsificación de informes policiales reclamados por la Sala de la Audiencia Nacional que investiga la matanza terrorista del 11-M.

Pero la política es así. Al igual que sucede en el teatro, a veces, los actores cambian de papel entre uno y otro acto. Lo que, no cambia, hablando de inmigración, es el drama. El drama de miles de seres humanos que como es el caso de los llegados a Canarias se han jugado la vida para pisar una tierra en la que imaginan que van a encontrar lo que Africa y sus gobiernos corruptos les niega. Hay motivos para estar apesadumbrados si pensamos que la misión que llevó a Caldera y López Aguilar a Tampere (Finlandia) ha sido un fracaso, pero creo que en esta ocasión no es un fracaso imputable a los ministros españoles. Creo que en Tampere hemos corroborado algo que ya sabíamos: la Europa de los mercaderes tiene el corazón de piedra.

*Periodista