La pasada semana, todos los medios recogían la noticia de que la Comisión General de Codificación del Ministerio de Justicia estaba compuesta por veinte hombres y ninguna mujer. Nos enterábamos así de que el gobierno había encargado a este órgano la revisión de los tipos penales de abuso y agresión sexual, a remolque de las reacciones generadas por la sentencia de «La manada». Los medios, se hacían eco, a la vez, de la intención de incorporar a seis mujeres expertas, de manera circunstancial, para asesorar en esta reforma exprés. Cuatro de ellas rehusaban la «invitación» del ministerio por considerarla una maniobra para encubrir una situación injusta e ilegal, ya que dicha composición vulnera la Ley de Igualdad aprobada en 2007. También la considerarían, aunque no lo dijeran en su exposición de motivos, un desperdicio, porque, a ver, ya puestos, aprovechando la invitación, podrían haber organizado un seminario de petit point. Ya se sabe, las mujeres están muy bien para hablar de «cosas de mujeres», un cajón de sastre donde cabe igual la violación y el punto de cruz.

Un día después, treinta de las treinta y dos catedráticas en Derecho Penal que hay en nuestro país —es decir, un 93%—, firmaban un manifiesto en contra de la exclusión de mujeres en esta comisión; una exclusión que ahora, a raíz de esta polémica, sabemos se hace extensiva al resto de comisiones de las ramas del Derecho Público, Civil y Procesal, donde las mujeres representan tan sólo un 16% del total. Los y las antifeministas de máquina de café de oficina tuvieron carrete para una mañana más: «Si no se las llama, porque no se las llama. Si se las invita, porque se las invita. El caso es quejarse de algo», porque no hay nada como tirar de esa mentira que es el eterno femenino para ridiculizar cualquier reacción feminista, acusando a las mujeres de inestables, neuróticas e histéricas y de paso ya, por el mismo precio, de mal folladas.

Este martes, veinticinco de las treinta catedráticas firmantes del manifiesto —casi un 80% de todas las que hay en España— le dirigían una carta al presidente de la Comisión de Codificación pidiendo la dimisión de todos los miembros y la disolución del órgano, para reformularlo con una estructura más igualitaria. Y han conseguido lo que se proponían. La comisión será paritaria. Algunos de sus miembros, incluso se han ofrecido a dar un paso al lado para dejar hueco a las expertas. Pero este hecho, por sí solo, me parece un ejemplo bastante ilustrativo de la situación de la mujer y de los obstáculos que debe vencer cuando pretende salir la inmanencia a la que la relega el sistema patriarcal: incluso con el sentido común y la opinión pública radicalmente a favor, incluso estando la ley de su lado, debe contar con la aquiescencia del hombre y pedirle que, voluntariamente, renuncie a sus privilegios, para deconstruir una realidad injusta y levantar sobre sus cimientos una igualitaria. Para aquellos y aquellas que aún no sabéis qué significa patriarcado, ahí tenéis un ejemplo.