WEwl año en que se anunciaba un giro a la izquierda en los gustos de la academia de Hollywood, al final el Oscar a la mejor película ha sido para Crash , la menos incómoda de las cinco que optaban al premio. Luego, los propios académicos corrigieron esta propensión a decantarse por lo menos comprometido, dando el Oscar al mejor director a Ang Lee , por Brokeback Mountain , y el de mejor actor a Philip Seymour Hoffman , por su papel protagonista en Truman Capote .

Una vez más asistimos a la contradicción, bastante frecuente en los Oscar, de distinguir entre el mejor trabajo de director y la mejor película. Acaso este año, más que otros, Hollywood consideraba políticamente conveniente ese reparto, después de que unos académicos dijesen que no querían ver una historia de vaqueros homosexuales mientras otros la elogiaban. Acaso, también, pesó el que Crash es en gran medida un retrato de la vida en Los Angeles, capital del cine, y se ajusta al gusto medio norteamericano tradicional. Y ese no es el caso del filme de Ang Lee o del retrato de Capote, inquietantes para el espectador medio de EEUU, y más cercanos a la sensibilidad europea, como ya están demostrando las cifras de las taquillas.