La economía atraviesa por una situación de máxima gravedad, donde una tras otra han empezado a encenderse todas las alarmas, donde cada vez es más inminente esta recesión que está a punto de estallarnos entre las manos, donde están haciendo agua gran parte de los bancos de inversión arrastrados por los efectos de una crisis inmobiliaria jamás vista. Todo ello contribuye a que se tambaleen las estructuras del sistema capitalista, cuyo epicentro se localiza en el corazón mismo de unos Estados Unidos, que están viviendo los últimos coletazos de la era Bush , y uno de los momentos más álgidos de la campaña electoral.

Los bancos de inversión norteamericanos se han desenvuelto a lo largo de los últimos tiempos en medio de una gran contradicción. En épocas de bonanza apelan al libre mercado, al no intervencionismo, a la libertad de movimientos y a la ausencia de órganos reguladores. Cualquier normativa estatal es interpretada como una injerencia y un obstáculo que entorpece su proceso expansivo; así se llega a la pérdida del control de unos mercados que asumieron riesgos innecesarios, buscándole las vueltas a las leyes reguladoras al objeto de evadir los controles y la fiscalización, actuando desde parámetros elaborados a partir de prácticas de ingeniería financiera que ejercían una especulación compulsiva. Se dedicaron a especular sin contar con el aprovisionamiento necesario, otorgando créditos sin exigir las garantías ni los avales suficientes, amparados en la bonanza de una economía sustentada en el bum inmobiliario, pero estas prácticas tenían la misma consistencia que un gigante con los pies de barro, lo que derivó en un cóctel explosivo de difícil asimilación.

XANTE LAx gravedad de la situación, la Administración no puede dejar semejante embolado en manos de los mercados y asistir impávida al devenir de los acontecimientos, por lo que intentan primero frenar el descalabro, para tratar de recuperar después parte de la estabilidad perdida. Y esas entidades que habían renegado del intervencionismo estatal, se acogen ahora al proteccionismo como a su única tabla de salvamento, y apelan a la socialización de las pérdidas, lo que significa que el dinero público deberá ser utilizado para apagar el fuego y para amortizar los excesos que el capital privado provocó.

En unos casos se procede a la nacionalización de algunas entidades, en otros, los bancos más solventes absorben a los que se hallan en peligro, la Reserva Federal inyecta a manos llenas liquidez en los mercados, pero esto resulta insuficiente para reconvertir la situación. Por lo que se hace necesario que republicanos y demócratas, aparquen sus diferencias y negocien un plan de rescate, que supone destinar 700.000 millones de dólares para retirar del mercado los activos dañados y sanear con ello el panorama bancario.

Todo ello para evitar el colapso de las estructuras financieras y las nefastas consecuencias que este descalabro acarrearía para una economía mundial muy debilitada y para los millones de ciudadanos que resultarían perjudicados. Como contrapartida a estas inversiones públicas, las administraciones deberán exigir de las entidades una mayor transparencia, limitando sus operaciones de alto riesgo, estableciendo mayores controles por parte de las cámaras, haciendo que estas aportaciones se realicen escalonadamente, y que estos fondos vayan íntegramente destinados a sanear los mercados y no a pagar los despidos e indemnizaciones de los altos cargos, que deberán asumir la responsabilidad que se derive de sus acciones.

Aunque estos desplomes no signifiquen, como algunos han pretendido insinuar, el hundimiento del capitalismo, ni de la economía de mercado, ni de la hegemonía americana, sí marcarán un punto de no retorno que servirá para determinar el momento a partir del cual, la gran bacanal, los dispendios y los alardes de imprudencia temeraria habrán terminado, pasando de una economía especulativa a otra con bases más sólidas, cimentada en bases tangibles y en la productividad.

Pese a que cualquier hecho que suceda en el país más remoto de esta aldea global, tiene una repercusión inmediata sobre todos los demás, el sistema financiero español, tanto en lo que se refiere a bancos como cajas de ahorro, no se ha visto excesivamente afectado, manteniendo una posición estable, con un aceptable grado de rentabilidad, sin necesidad de hacer rebaja de previsiones, ni recurrir a provisiones extraordinarias, ni ajustes en la valoración de activos. Siendo el grado de exposición ante la morosidad, incluso en el peor de los escenarios, algo perfectamente controlable y asumible.

No es el plan de rescate urdido por Bush el que suscita el rechazo de la cámara, sino la injusticia que supone el que se disponga de dinero público para ayudar a aquellos que trasgredieron la norma, mientras que el ciudadano con dificultades hipotecarias ha de valerse por sí mismo o sucumbir, pero de lo que ahora se trata es de sacar de la bancarrota al sistema financiero impidiendo la quiebra de los mercados, lo que terminaría extendiéndose como una mancha de aceite hasta convertirse en algo de alcance mundial.

La inmediatez de las elecciones y la respuesta que los congresistas han de dar al ciudadano de la calle, es lo que está provocando que el proceso de negociación pueda verse distorsionado e interrumpido y que las soluciones se prolonguen en el tiempo.

*Profesor.