Como pasa siempre en esta época del año, los colegas de las redacciones se las ven y se las desean para encontrar noticias. Porque las fuentes que generan la información ya no están en eso. Están llegando las vacaciones y ningún político quiere líos en estos días. Todo puede esperar a septiembre. Sin embargo, cabía suponer que este año eso no iba a ocurrir. Que la cosa estaba demasiado mal como para que nadie se relajara, para que se siguiera trabajando a fondo, al menos en la economía, que esa no perdona ni un día. Pues no: después de que los mercados se hayan tranquilizado un poco --y no tanto, que también, por las acciones externas, sino porque ellos mismos han comprendido que su histeria les podía llevar al desastre--, desde hace dos o tres semanas los protagonistas de la vida pública tratan de transmitir la sensación de que la economía les ha dado un respiro.

La realidad desmiente esa impresión. Los indicadores fundamentales siguen estando igual de negros, queda por implementar buena parte de los planes de urgencia adoptados por el Gobierno, Bruselas acaba de insistir en que hacen falta recortes aún más sustanciosos. Eso sí, el Reino de España está logrando colocar sus emisiones de deuda, pero lo hace a unos precios que hace menos de un año habrían sido calificados de insostenibles.

No obstante, la consigna es que todo eso quede aparcado hasta que acabe el verano. Rajoy ya ha dicho todo lo que tenía que decir sobre cómo lo está haciendo Zapatero al respecto. Este le ha contestado que, hoy por hoy, la crisis económica no le va a echar del Gobierno, que eso lo decidirán las urnas en el 2012. Y unos y otros se conforman. Parecen haber decidido que, por ahora, ya se ha hablado suficiente de economía, de desastres y hasta de Cataluña, asunto que en Madrid ha quedado aparcado hasta que haya un nuevo titular en la Generalitat.

El lado bueno de la cosa es que cálculos políticos de tan cortas miras no deberían alterar la tranquilidad pública que los ciudadanos, al menos los que no están en paro, desean para estas fechas. Pero no cabe descartar que provoquen justo lo contrario.