El partido que más se llena la boca reivindicando su patriotismo, y que más acusa a los demás de carecer de él, es decir, el Partido Popular, es el primero en no actuar de forma patriótica cuando de desgastar al Gobierno socialista se trata en su ofensiva para recuperar el poder al precio que sea.

En quince días, la diplomacia española ha pasado por dos momentos difíciles: la detención en el país africano de Chad de la tripulación de un avión español, y el incidente con el presidente venezolano, Hugo Chávez, en la cumbre iberoamericana celebrada el viernes y el sábado en Santiago de Chile. En uno y otro caso, la actitud del Partido Popular ha sido desleal e irresponsable.

Cuando el jefe del Estado francés, Nicolas Sarkozy, llevó a cabo su mediático viaje a Yamena y trajo a España a las azafatas, el PP trató de poner en ridículo a la diplomacia de nuestro país, aun a riesgo de que esto pudiera prolongar la situación de cárcel de otros tres ciudadanos españoles. Pero cuando fueron las autoridades españolas las que trajeron a casa al resto de la tripulación, sin tanta parafernalia como había demostrado el francés, los populares se limitaron a mirar con descaro hacia otro lado.

Hasta cuando José Luis Rodríguez Zapatero defiende a José María Aznar de las invectivas de Chávez recibe las críticas del PP. Poco importa que el presidente del Gobierno de España diera la cara por su antecesor, reclamando respeto para un mandatario, que es de derechas pero que en modo alguno puede ser calificado de fascista, porque no lo es quien llega al poder mediante unas elecciones y respeta el Estado de derecho, y menos por boca de un personaje cuyas prácticas políticas dejan tanto que desear.

Poco importa que el grito del Rey --"¿Por qué no te callas?"-- iba dirigido precisamente a que Hugo Chávez dejara de interrumpir a Rodríguez Zapatero en su defensa de Aznar. Poco importa: el Partido Popular felicita al Rey pero menosprecia a Zapatero y le culpa de que en algunos países latinoamericanos lleguen al poder --por vías democráticas-- políticos populistas y aventureros.

La llamada telefónica de José María Aznar al Rey y a Rodríguez Zapatero agradeciéndoles la defensa de su persona ante las descalificaciones, públicas y a todas luces fuera de lugar, del presidente venezolano podía interpretarse como una desautorización del vocero del PP Gabriel Elorriaga, que minutos antes, en caliente, se había lanzado para acusar al presidente de "pusilánime".

Pero fue un espejismo. A Mariano Rajoy le sirvieron de poco las 24 horas que se tomó para reflexionar sobre cómo debía abordar lo sucedido. Con frialdad calificó de "adecuada" la actitud del presidente Zapatero, pero le culpó de que en Iberoamérica existan políticos como Chávez.

Al final resultará más aznarista que Aznar.