TLtas encuestas son una foto fija de la realidad. Responden a un momento concreto de la vida política nacional y como tal son fruto de la presión del ambiente y, también, por qué no decirlo, no pocas veces se ajustan a los estímulos del cliente, de la institución o medio que las encarga. En cualquier caso, son como los ríos cuando suenan.

Según una de las dos últimas que se han publicado, si mañana se celebraran elecciones las volvería a ganar el PSOE. La otra concede ventaja al Partido Popular. En ambos casos el margen es muy estrecho. Tanto que da pie a pensar que el PSOE sólo contaría con el apoyo de los afines: militantes y simpatizantes mientras que una parte del electorado que le apoyó el 14 M, la que suele situarse en posiciones de centro, se habría retraído. En el caso del PP, si damos crédito a los sondeos, estaría cosechando votos entre ciudadanos a los que el PSOE habría perdido por obra de las cabriolas del presidente Rodríguez Zapatero en el proceso abierto por el nuevo Estatuto de Cataluña.

El Estatuto aprobado en el Parlamento catalán --un texto que rompe el marco constitucional-- ha sido percibido por una parte importante de los ciudadanos como una amenaza muy seria a la cohesión de España y a la solidaridad entre los españoles. Un temor que en el ánimo de muchos ciudadanos se ha transformado en cambio en la intención de voto. Las encuestas reflejan ese cambio y es el factor que explica el porqué del crecimiento de las expectativas electorales del PP, partido que se está derechizando a ojos vistas. Sus principales dirigentes, con el señor Rajoy a la cabeza, parece que han archivado definitivamente su proclamado proyecto de viaje al centro. No es una buena noticia que la derecha española esté mas cerca de Alianza Popular que de la UCD. El giro se lo debemos a los nacionalistas. Un exceso provoca otro. Esa es la cruda realidad de la que deberían tomar buena nota algunos de los frívolos personajes que ocupan el retablo principal de la política nacional.

*Periodistas