XSxon tantas las opiniones que se están vertiendo sobre los acontecimientos vividos en nuestro país en los últimos días que acaso resulte temerario intentar aportar algo original al respecto. Pese a ello, nos permitirá el lector que escribamos sobre una situación incitadora como pocas a manifestar públicamente lo que se piensa. La gente, en la calle, habla de política como no se veía desde hace décadas. Incluso pareciera que el fútbol ha pasado a un segundo plano...

De entrada, y sea cual sea la opinión que cada uno de nosotros tenga sobre lo ocurrido en España a partir del fatídico 11 de marzo, créase lo que se crea sobre cuál ha sido la causa de la inesperada debacle del PP y la consiguiente victoria del PSOE, habrá que felicitarse por el perfecto funcionamiento de las instituciones y por la transparencia con la que transcurrió la jornada electoral. Y una vez felicitados por ello, habrá que poner los pies sobre la tierra y encarar de forma optimista el futuro que se avecina.

El próximo presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, no lo tiene fácil. En lo que se refiere a política exterior, por ejemplo, ya está soportando las primeras presiones para que no adopte una medida, la retirada de las tropas de ocupación españolas en Irak, que no se anunció después del 11-M, recuérdese, sino hace meses, constituyendo uno de los más destacados compromisos electorales del PSOE. Esas presiones no son desdeñables, pero Zapatero podrá oponer a ellas el respaldo con el que su medida cuenta entre la abrumadora mayoría de los ciudadanos. En política interior el futuro presidente tendrá ocasión de poner en práctica la intención, reiteradamente anunciada, de propiciar el diálogo, escuchar las opiniones ajenas, aceptar las críticas, gobernar con humildad; alejarse, en una palabra, del estilo autoritario de su antecesor en el cargo, un Aznar cuya despedida nadie imaginó tan amarga. Sería de desear que el nuevo jefe del Ejecutivo introdujera savia nueva en su gabinete, y que desoyera cantos de sirena como los de algún destacado barón regional que si algún día dejara de decir disparates, el último referente a extemporáneos indultos, dejaría de ser quien es.

Como profesor, uno no puede por menos que desear que a la hora de manejar la escoba legislativa el futuro gobierno mire bien lo que barre en el terreno educativo, pues lo mismo hay algo que sirve. Sería muy de lamentar, por ejemplo, que, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, el nuevo Ejecutivo dejara sin efecto la totalidad de las normas aprobadas por el Ministerio de Educación en los últimos meses y que cuentan con un amplio respaldo en la comunidad docente. Comunidad, por cierto, que aunque es seguro haya apoyado mayoritariamente en las urnas al PSOE no le ha dado un cheque en blanco. Sería de desear que las nuevas autoridades pulsaran la opinión de los colectivos afectados, que, sin necesidad de suscribir los postulados educativos del PP, consideraban acertadas bastantes de las medidas contenidas en la Ley de Calidad, cuya revisión anuncia Zapatero para fecha inmediata. La supresión de la promoción automática en Secundaria, la realización de exámenes extraordinarios, por ejemplo, eran medidas que contaban con amplio respaldo en los centros educativos y su desaparición, lo decimos honradamente, supondría un retroceso de desastrosas consecuencias.

De modo que, si me piden un resumen, lo haría en pocas palabras: que barran, sí, pues para eso han sido elegidos. Pero, por favor, que antes de barrer miren bien por dónde pasan la escoba.

*Profesor