XLxo acaecido el jueves pasado en el Congreso de los Diputados, al margen de dramatizaciones exageradas e interesadas, no deja de ser un aldabonazo que nos recuerda la realidad de la composición de las cámaras. Sin duda que ha sido un hecho lamentable, máxime en una votación tan importante como es una ley orgánica, imposible de justificar, pero paradójicamente no tan difícil de explicar.

Los grupos parlamentarios, particularmente los numerosos, como es el caso del PSOE y del PP, asignan a sus diputados responsabilidades específicas que normalmente desarrollan en las comisiones a las que pertenecen y de las que se derivan actuaciones dentro del Parlamento o fuera de él. En este último caso éstas se realizan frecuentemente en forma de viajes, bien simplemente representativos o acudiendo a órganos del extranjero donde el parlamento tiene representación. El gobierno del grupo lo ejerce un Secretariado, que en el caso socialista lo forman un secretario general y dos secretarios adjuntos, de los que depende un diputado encargado de la disciplina del grupo. En el vértice de la pirámide está el portavoz y por encima de éste el presidente del grupo, que entre los socialistas por imperativo estatutario es el secretario general y jefe de gobierno. Obviamente, el presidente debe estar en otras cosas y en mi criterio el portavoz también. El resto de miembros del Secretariado ejercen cometidos diversos ajenos directamente a la disciplina, de la que se suele encargar no el diputado más poderoso del grupo. Así que más allá de personificar responsabilidades, lo que en este caso en términos políticos carece de importancia, lo mejor es que las asuman colectivamente, y que se saquen enseñanzas.

La primera por innecesario que pudiera parecer su recordatorio, es que se gobierna con una mayoría minoritaria, que obliga no sólo a pactos puntuales continuos, sino a garantizar también la factibilidad de los mismos en las votaciones. Es una situación parlamentaria nueva de la que ni el PSOE ni el PP tienen demasiada experiencia, y nos importa mucho a todos que la adquieran con rapidez. Lo del jueves en el Congreso es normal que lo aprovechara el PP, al fin y al cabo siendo importante la forma de elección del órgano que gobierna a los jueces, no es una cuestión trascendente. Harina de otro costal es si se estuvieran votando los presupuestos o algunos de los estatutos de autonomía. Y en estas cosas trascendentes, con acuerdo explícito, implícito o sin él, PSOE y PP, PP y PSOE, no deben perder nunca la razón de Estado como norma básica de actuación.

Los sistemas democráticos según su naturaleza obligan a unas u otras prácticas de gobernabilidad, que con el tiempo pasan a formar parte de los códigos de conducta política. Así en los regímenes presidencialistas en los que el presidente acapara directamente la práctica totalidad de las competencias ejecutivas y dispone de un amplísimo abanico para abordar iniciativas legislativas, las cámaras no ponen directamente en peligro la estabilidad de los gobiernos, limitándose al control presupuestario, a la fiscalización del ejecutivo y a unas matizadas iniciativas legales. En los parlamentarios de sistema mayoritario, su ley electoral propicia mayorías absolutas con bruscos cambios en el parlamento, paradigma de este sistema es el Reino Unido de Gran Bretaña. En el polo opuesto estaría el sistema israelí, que es de proporcionalidad pura, el más justo desde una óptica política pura, pero con enormes dificultades prácticas que hacen muy difícil las mayorías absolutas. El nuestro es un proporcional ponderado en donde la territorialidad cuenta. Tenemos vocación de bipartidismo, pero la realidad de la España plural traducida en escaños, no nos asegura mayorías absolutas, así que la cultura del pacto, pacto con los pequeños, pero si la situación lo requiriese también entre los grandes, es una cultura obligada a cultivar.

*Ingeniero y director general de Desarrollo Rural del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación