Cuando el jefe del Ejecutivo le llamó para sustituir a Carmen Calvo en junio del 2007, César Antonio Molina (Coruña, 1952) ya sabía que iba a repetir tras las últimas elecciones. Su peso en sectores intelectuales, su fama de buen poeta y su impecable expediente como director del Instituto Cervantes, que proyectó a esta institución por todo el mundo, eran un aval para no quemarle en una crisis de emergencia. Sin embargo, hasta el día de hoy no se conoce exactamente la orientación que quiere dar al Ministerio de Cultura, desde el que ha dado un perfil hiperdiscreto de la gestión y demasiado tenso en las relaciones públicas.

En apenas un año se ha limitado a continuar con el trabajo iniciado por su antecesora.