Los años pasan y a qué velocidad. Una lo siente en las vísceras y hace mucho ya que la experiencia de su insolente fugacidad no le suena a fábula de viejos, como cuando tanto se lo recalcaba la Madre Juana de Jesús María en aquella aula luminosa del hermoso edificio de la calle Caspe. Y ¡cómo recuerda a aquella magnífica pedagoga, cariñosa y exigente! ¡Y la época en que para aprobar había que aprobar!

Porque a esta profesora mayor y anticuada, el tiempo en este 2017 se le escapa de una manera tan sólida que parece que tenemos que estar como palpándolo en su fuga. Y así hemos llegado a un fin de curso que se nos hace a docentes y alumnos más caluroso que ninguno. El bochorno impregna los exámenes y penetra en las clases para invadir las últimas explicaciones, las preguntas y respuestas, que hasta en el taller de teatro ha entrado, situando las aventuras de la princesa Peladilla y el dragón Regaliz en un escenario tropical que convive mal con los focos, los torneos y las pesadas vestiduras.

Atrás van quedando las horas de estudio, deberes, explicaciones, clases, ensayos, todas esas actividades extraescolares, necesarias y complementarias de las meramente académicas, las salidas culturales, asistencias a exposiciones, rutas, teatros, horas de biblioteca, convivencia en el trabajo y en lo que debería ser la exigencia común para obtener los mejores resultados y avanzar no solo en el dominio de las disciplinas sino en la adquisición diaria de valores.

Y en este momento que precede a la despedida anual, junto al cansancio del instante, la saturación de las horas pasadas corrigiendo y la acumulación de tareas finales, sigo pensando, como siempre, que no es buena idea relajar la exigencia. Que la noticia de que el título de ESO se obtendrá con menos de cuatro no es sino un disparate que tiene mucho más de político que de educativo. Y que la exigencia, amable, cariñosa, comprensiva y sabia es mucha mejor oferta a los alumnos que una relajación facilona que en nada les beneficia. Decisión cortoplacista que no les prepara para encarar con garantías el futuro.