Ni la tozudez del presidente del Gobierno en eludir la palabra crisis para referirse a nuestra situación económica ni la insistencia del líder de la oposición en hacer justo lo contrario aclararon ayer a los ciudadanos cuál es la profundidad de los problemas en curso.

La enumeración de iniciativas --todas ellas conocidas-- hecha por José Luis Rodríguez Zapatero, contrarrestada por Mariano Rajoy con la formulación de ideas generales, dejó la impresión de que en tiempos "difíciles y complicados", según expresión del primero, el margen de maniobra del Gobierno es limitado y demasiadas variables escapan a su control --entre ellas inflación, euríbor, especulación energética--, como sabe de sobras la oposición.

Dicho esto, es más que dudoso que la intervención de Rodríguez Zapatero, prolija en datos, respondiera al formato esperado. Más pareció el mensaje de un gestor en momentos delicados que el de un político ocupado en transmitir confianza y proporcionar las claves de "una brusca desaceleración", hacer propuestas imaginativas y reconocer que, en la economía global, las crisis son globales y el peso de la economía española en el seno de la Unión Europea es el que es, con todas las ventajas y todos los inconvenientes que ello entraña.

Y si es de agradecer que reiterara su compromiso en mantener las políticas sociales, a pesar de los problemas existentes, es de lamentar que insistiera en que el estancamiento no será duradero, cuando se hacen vaticinios nada halagüeños sobre destrucción de empleo, inflación, restricción del crédito y encarecimiento de la energía a 18 meses vista.

El discurso de Mariano Rajoy, el primero después del congreso del Partido Popular celebrado en Valencia y del anunciado viaje al centro de esa formación política, tampoco tomó el sendero esperado. Hizo bien en recordar a Rodríguez Zapatero que ninguno de sus pronósticos preelectorales en materia económica se ha cumplido y,en cambio, sí bastantes de los adelantados por los populares.

Pero fue impropio de un líder de la oposición negar que en economía, como en cualquier ciencia social, existen alternativas de derechas y alternativas de izquierdas. Suponer que solamente hay "cosas bien hechas y cosas mal hechas", al margen de las ideologías --Zapatero mencionó la socialdemócrata--, es tanto como imaginar que la economía de un país es un engranaje ajeno a losintereses --todos respetables-- de personas concretas. Cualquier empresario en apuros o joven en busca de su primer empleo sabe que la realidad es exactamente la contraria.