Hace dos o tres décadas, algunos teóricos pronosticaban un futuro optimista y esperanzador para los asalariados, dando por sentado que mejorarían sus condiciones laborales, y que la jornada de trabajo, debido a la tecnología, se reduciría considerablemente.

Pero, la realidad laboral del mundo actual, y la reciente directiva de la Unión Europea que permite extender la semana de trabajo hasta 60 horas (en algunos casos a 65), nos demuestran lo equivocados que eran esos augurios.

Según sus promotores, esta directiva permite que cada trabajador pueda negociar individualmente con el empresario la duración de su jornada laboral. De lo cual se deduce un claro divide y vencerás , una clara intención de minar la negociación colectiva que es la que realmente puede hacer fuerte al trabajador a la hora de exigir sus derechos.

Es muy desalentador comprobar la pérdida continua de poder adquisitivo y el empeoramiento paulatino de las condiciones de contratación y de trabajo. Todo ello justificado por amables eufemismos inventados por la moderna economía global, y que no son otros que: flexibilidad, productividad, competitividad y deslocalización.

La UE, con esta directiva, pretende poner nuestros derechos laborales a la altura de los derechos tercermundistas de los países emergentes, en lugar de equiparar los suyos a los nuestros. Con esta normativa, si el Parlamento Europeo la aprobará, la UE daría un paso atrás en justicia social y, por tanto, en credibilidad ante sus ciudadanos y ante el mundo.

Pedro Serrano Martínez **

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