Tras participar en un congreso internacional sobre municipalismo, celebrado días atrás en Cáceres, regreso al pueblo con muchas ideas e ilusiones cargadas de esperanza para un mundo rural que reclama y reivindica un mayor protagonismo en el mundo actual, y que parece haber despertado un interés colectivo, que sin duda deberemos aprovechar.

Muchos son los temas y los debates que se han suscitado en esos días, muchas las posturas y algunas las soluciones apuntadas, basadas en experiencias y en testimonios de diferentes realidades, pero todas inspiradas en la participación ciudadana, uno de los elementos estratégicos más determinantes para el futuro del municipalismo y del desarrollo rural. Participación que ha de mover a las comunidades rurales hacia ese cambio que tanto se ansía, donde confluyan intereses de toda índole, especialmente sociales y políticos, y donde lo más importante sea mantener la realidad y contextos actuales, cargados de unas señas de identidad propias y con una clara visión integradora.

En esta línea la escritora cubana Zoe Valdés se expresaba también en la clausura del congreso, abogando por un desarrollo más solidario, donde todos los colectivos tengan cabida y donde se apueste por las personas como eje vertebrador de cualquier apuesta de progreso, tal y como plantea --a mi modo de ver muy acertadamente-- uno de los candidatos a la Presidencia de la Junta de Extremadura.

Parece lógico pensar que en una región como Extremadura, aunque mayoritariamente rural, sus ciudadanos, urbanos y rurales, han de tomar conciencia de que al fin y al cabo somos extremeños implicados de la misma manera en el desarrollo de esta región, y nos debemos mentalizar de que los flujos de solidaridad deben ser de ida y vuelta, de tal modo que si existen desequilibrios en uno u otro lado, sean los propios ciudadanos los que --con la complicidad e impulso de la Administración-- puedan articular los mecanismos más adecuados para solucionarlos.

Por eso, uno piensa que este siglo XXI puede ser para Extremadura el de la solidaridad territorial, el de la integración entre el mundo rural y el urbano, y el de la consolidación de esta región con unos valores muy arraigados que históricamente siempre nos han caracterizado.