Se cumple un año desde que el Banco Central Europeo (BCE) anunció la inyección de liquidez más voluminosa de su historia en el mercado interbancario, lo que desconcertó en un principio, pero que respondía a un diagnóstico certero. La banca privada europea había dejado de prestarse entre sí (interbancario) y el BCE se aprestaba a actuar de suplente, a un interés asequible. A aquel inicio de crisis financiera global se le denominó la crisis subprime en referencia a un tipo de préstamo hipotecario en EEUU de alto riesgo, por la insolvencia de sus suscriptores.

Tras ese artificio financiero se descubrió una acumulación de riesgos tomados por los grandes bancos de inversión de todo el mundo que acabaron causando serias grietas en el modelo financiero global. Su primera causa ha sido la imposición de la ideología neocon, contraria a cualquier regulación del mercado de capitales. La segunda es la dudosa fiabilidad de las empresas que miden el grado de solvencia de la banca. Hasta hace un año trataban con generosa comprensión a los bancos y aseguradoras que participaban en el juego de traspasar riesgo a otros.

El resultado ha sido una caída grave del crecimiento en EEUU, buena parte de los países de la Europa de los Quince y Japón. Con el agravante de que buena parte del dinero aportado por los bancos centrales se ha aprovechado para especular en los mercados de materias primas, lo que ha aumentado la inflación. Un año después, no ha aparecido ninguna iniciativa conjunta de los gobiernos de los países más afectados para crear organismos fiables que luchen contra la gestación de productos como las subprime.