Descalifiquemos los extremos. Habrá quien quiera provecho propio y quien por esnobismo supernacionalista desprecie la victoria. Dos posiciones de enorme pereza: el oportunismo será penalizado por la marea de cordura colectiva.

Los españoles navegamos sin rumbo desde hace tres siglos, guiados por una depresión colectiva en el 98. El siglo XIX y la mayor parte del XX es una crónica del declive que tuvo su cénit en la dictadura. Ahora nos encontramos en un cruce múltiple de caminos: de una parte, la moda es cuestionar hasta los cimientos de la transición y reivindicar el antifranquismo como si estuviera vigente, otra vez una manifestación nostálgica de quienes no tienen proyectos de futuro. Si hay un déficit pendiente es el de dar dignidad y honrar a las víctimas. A los franquistas muertos no se les puede procesar. Y es metafísicamente imposible dudar de la legitimidad de la República: debe quedar claro para siempre.

Queda la configuración del Estado. Hay que abordarla con dos condiciones esenciales. Que todos se comprometan a aceptar la resultante. Y que no se someta a revisión continua para que la conceptualización de España no siga cimentada en arenas movedizas.

Si la Roja es una demostración didáctica de que los consensos básicos, indiscutidos y fundamentados en el trabajo en equipo, en el esfuerzo y en la aspiración a la excelencia, promueven ubicaciones de privilegio en este mundo globalizado, la lección no es difícil de extraer. Villa, Xavi y los demás fueron tan inteligentes que ni respondieron a la brutalidad holandesa.

Quienes pretenden apretar el Estado desde concepciones casposas de nacionalismo español son el otro polo del imán de los nacionalistas recalcitrantes que pretenden que a ellos España no les concierne. No puede determinarse que el nacionalismo español es nefando pretendiendo que el periférico es excelente. La coherencia debiera ser obligatoria para todos. Andrés Iniesta y los suyos, sin comerse ninguna bandera, sin romper la camisa hinchando el pecho, han señalado un camino. Solo falta una clase política con talento para desarrollarlo.