Ingeniero

En política hay muchas maneras de doctorarse. Zapatero lo esta haciendo con la tesis más difícil y los catedráticos menos propicios, y esto le da unos méritos por él no buscados y por nadie deseados, pero por aquello tan manido de hacer de la necesidad virtud, Zapatero ya es doctor por méritos propios. Los socialistas tendrán que abordar, en su momento, cuestiones muy complejas, que van desde la estructura del Estado hasta el modelo de partido. Federados, federaciones y su relación con los órganos centrales del PSOE son cuestiones a profundizar, aclarar y perfeccionar, pero cometerían un gran error si intentasen desbrozar esta intrincada selva en plena campaña electoral. Ni el tiempo ni las circunstancias aconsejan tal cosa.

Por otro lado, rayaría en lesa traición a España y a los españoles, si el PP intentase hurgar en heridas que, una vez abiertas, perjudican al conjunto del Estado. No se puede argüir que se tiene sentido del Estado y con los hechos desmentirlo, buscando desestabilizaciones que, una vez producidas, no sólo afectan a los socialistas, sino al conjunto del sistema. Porque nos lo creamos o no, PSOE y PP y PP y PSOE vertebran algo tan querido por muchos que llamamos España, máxime cuando el PP tan sólo ofrece una línea de resistencia a los embates nacionalistas. Resistencia relativa, porque por ejemplo la sustitución de Vidal Cuadras por Piqué visualiza el deslizamiento del PP hacia una derecha más nacionalista. Y hay que aplaudir sin reservas esta evolución.

La flexibilidad tiene que tener un límite y, gane quien gane, ambos partidos tendrán que sentarse para fijarlo, explicitando el marco que garantice la unidad de España. Unidad real, no puramente semántica, oyendo por supuesto a todos y en primer lugar a las fuerzas nacionalistas y regionalistas de los distintos territorios. Oír es una cosa; consensuar otra muy diferente. Ya se sabe que, en ocasiones, lo mejor es enemigo de lo bueno, pero en todo caso este acuerdo nos garantiza un futuro despejado de sobresaltos y nos permite centrarnos en muchísimos problemas que no están en la órbita de la estructura del Estado, pero que nos afectan en nuestro quehacer cotidiano.

Ya va siendo hora que los ciudadanos, en esta campaña electoral, nos enteremos de los diferentes planteamientos, para abordar problemas tales como: los cambios en las formas empresariales derivados de la evolución tecnológica y social, la precariedad del empleo, la vulnerabilidad de nuestro crecimiento económico, la necesaria revolución de nuestro sistema educativo, las insuficiencias del mundo de la investigación, la garantía de las pensiones, la coordinación imperativa con las CCAA, nuestra contribución y posicionamiento en la UE, la sensibilidad y voz de España en el concierto internacional.... Son muchas las cuestiones a debatir y diferentes las soluciones propuestas. El 14 de marzo elegiremos.

Pero no se busque, ni desde el PP ni desde el PSOE, el enfrentamiento en los temas estructurales del Estado, porque en esta cuestión, al igual que ocurre con el terrorismo, la necesidad de un entendimiento básico es una obligación inexcusable. Seguramente se necesita para abordarla mucho más la paz monástica del cenobio retirado que la algarabía mediática. Seguir hurgando en campaña electoral en esta cuestión tan sólo sirve para alentar determinados nacionalismos mesiánicos, que son conscientes de que sus tesis tan sólo pueden triunfar si dividen a los demócratas que garantizan la unidad de este país.

Afortunadamente, el doctor Zapatero se ha ganado su doctorado, sería bueno que Rajoy también se doctorase.