TDtespués de dos años de ausencia a las citas de la hermandad de donantes a la que pertenezco, motivado posiblemente por unas palabras que le escuché a un alto cargo del gobierno regional, he podido corroborar la información que escuché hace algún tiempo que situaba a la Extremadura rural a la cabeza de las donaciones de sangre dentro de la comunidad. Después de acudir al Centro de Salud habitual pude comprobar como casi medio litro de este líquido vital, representa todo un símbolo de generosidad y una tradicional cita, a la que faltan pocas personas de las convocadas. Por lo que pude experimentar y corroborar que las cifras reflejan una realidad bien cierta y eso supone que al menos en nuestra región, los ruralistas mantenemos en buena forma el banco de sangre regional.

Lo importante de esta cuestión no es precisamente sacar a la luz la condición de donante de quien escribe estas palabras --que más bien es la excusa para comenzar mi mensaje-- sino el hecho de sacar a relucir la solidaridad y la generosidad de quienes moran las zonas rurales, que brota cada vez que existen oportunidades para ello. Se trata de una condición posiblemente innata, inherente a buen seguro al medio en el que se vive y muy ligada al contexto específico en el que se manifiesta, máxime cuando se trata de cuestiones de salud, y en particular, cuando está en juego algo tan vital y cuya única permuta consiste en elevar a lo más alto la condición humana, la satisfacción personal y el sentimiento de utilidad y de servicio que se renueva en cada extracción.

La evolución del sistema sanitario depende en gran medida de los avances científicos, pero también resulta fundamental contar con un banco de sangre, y de ahí mi reflexión y llamamiento por implicar en este proceso a más gente, a mantener viva esta solidaridad y a valorar estos detalles de altruismo, que no por pequeños son menos importantes que otros, porque quién sabe si algún día somos nosotros los necesitados de una transfusión y ellos los donantes.