XExl Instituto de Adicciones, revela que el consumo de estupefacientes va en aumento (el 45% de los jóvenes madrileños utilizan algún tipo de droga, y es nuestro país el primero de Europa en el consumo de hachís y cocaína). Siendo estos datos alarmantes, lo es todavía más su generalización, por cuanto no se trata ya de una práctica aislada propia de minorías marginales o de jóvenes provenientes de familias desestructuradas de ambientes suburbiales; estos datos están referidos a un fenómeno que no se circunscribe a un mapa concreto de riesgo, ni a un perfil determinado de individuo, sino a una práctica que clava sus garras en los ambientes más heterogéneos.

Lo que pudo comenzar como un juego de adolescentes, una rebeldía de quien no sabe de límites y pretende descubrir lo que se oculta al otro lado del muro, suele terminar en una adicción de irreversibles consecuencias.

Otro aspecto alarmante es el de la precocidad en los comienzos, algunos lo hacen a la temprana edad de doce años. No se trata por tanto, de personas que vienen de vuelta, de fracasados o de seres maltratados por la vida que buscan en la droga una forma de enterrar sus demonios, son simplemente niños que cambian las golosinas de sus ansiedades infantiles por una práctica de consecuencias letales.

Llama la atención también el lugar de su distribución: ya no se oculta en los recovecos de la noche, en la alevosía de las sombras, en escondrijos de dudosa respetabilidad, sino que trasciende al entorno abierto y diáfano de los colegios, y campa allí, incardinada en la vida misma, como un rito más de los muchos que pueblan este desacostumbrado paisaje.

La respuesta de la sociedad ha de ser contundente, sin concesiones ideológicas, sin hipocresías, sin vacilaciones, sin mirar para otro lado. Hay que abordar el problema desde sus múltiples perspectivas y bajo sus diferentes enfoques: preventivos, educativos, policiales, judiciales, sanitarios, familiares e institucionales.

El Plan Estratégico de Respuesta Policial para prevenir y combatir el tráfico minorista y el consumo de drogas en el entorno de los centros educativos y en las zonas de ocio y de diversión, aprobado recientemente por el Gobierno, ha destinado a este fin 3.000 agentes en España (210 en Extremadura). Es una medida eficaz y valiosa, pero que se manifiesta insuficiente, toda vez que no son agentes con una cualificación específica y una dedicación exclusiva, sino que son los mismos policías que ya realizaban esta tarea, pero que ahora deberán hacerlo de una forma más sistemática y organizada, pero compatibilizándola con sus otras funciones. Su objetivo consistirá en posibilitar la formación en un entorno saludable, impidiendo el tráfico y dificultando el consumo, valiéndose de medidas disuasorias y preventivas, pero también represivas y coercitivas. Estas actuaciones tendrán el efecto añadido de atenuar el absentismo escolar y servirán a su vez para limpiar esa imagen tan depauperada del menudeo a la puerta de algunos colegios; al tiempo que proporcionará a los padres información precisa y de primera mano, sobre las arenas movedizas por las que transitan sus hijos. Esta labor policial se ve dificultada al no estar penalizada la tenencia para el consumo.

Pero la droga no está sólo en el entorno escolar; también en los lugares de ocio, en la calle, en el tumulto de los botellones y en las discotecas. Pretender abordar el problema de la drogadicción desde una óptica meramente policial, no es suficiente, hay que hacerlo también con medidas legislativas y judiciales, cortando de raíz los canales de distribución y las grandes mafias que operan a nivel internacional.

La lucha más eficaz ha de comenzar en las familias, con la prevención; la familia ha de ser la primera en educar a sus hijos ofreciéndoles modelos de vida desde la coherencia, no siendo tan permisivos, controlando sus amistades, sus horarios, su dinero; siendo más estrictos en el cumplimiento de las normas, pensar que el mejor regalo que se le puede hacer a un hijo es ofrecerle parte de nuestro tiempo y de nuestra dedicación. Detrás de muchas de muchas de las conductas antisociales y delictivas tan habituales como inexplicables, que jalonan el quehacer de cada día, está larvado y soterrado el tema de la droga: problemas de violencia, acosos, intimidaciones, robos, vandalismo, enfrentamientos y el deterioro del clima de convivencia, tienen aquí su posible origen.

La sociedad ha de poner todos los medios a su alcance para evitar que los jóvenes caigan en esta espiral, pero una vez dentro, el drogadicto ha de tener la consideración de víctima y no la de delincuente; colaborar en la implantación de centros de desintoxicación. Crear espacios alternativos para educar y concienciar; espacios de ocio, de cultura, de deporte, de diversión y vida sana, potenciar la labor de los dinamizadores sociales y educadores de barrio, el asociacionismo juvenil, presentar prototipos diferentes de persona, con diferentes modos de comportamiento; solamente regenerando muchos de los aspectos negativos de esta sociedad, se podrán cambiar algunos de los elementos incitadores al consumo; erradicando tanta contradicción, tanto confusionismo, tanto sin sentido y tanta falsedad.

La educación ha de plantear estrategias para evitar que se caiga en la droga por desconocimiento, por hedonismo, por falta de autoestima o de convicción en sí mismo, o por no atreverse a asumir el riesgo de sentirse rechazado en su grupo de iguales. Cabría preguntarse ¿Qué es lo que está fallando tan estrepitosamente en nuestra sociedad, para que un fenómeno como el de la toxicomanía adquiera cada día unos caracteres tan alarmantes?

*Profesor