El tratamiento informativo del brote de infección por virus ébola ha sido, a mi juicio, un ejercicio de sensacionalismo colectivo que descuidó los aspectos funda,mentales del problema. El fondo de los males de África radica en la pobreza, el hambre y la incultura, cuyas consecuencias sanitarias son la falta de medidas preventivas como la potabilización de las aguas y las vacunaciones sistemáticas, así como la desnutrición, que conlleva una pobre inmunidad.

El economista Collier, en su libro 'El club de la miseria', concluye que las ayudas al subdesarrollo acaban, en su mayoría, en los bolsillos de políticos y funcionarios. Por tanto, para ayudar eficazmente a estos países, deberá establecerse un sistema internacional que canalice las ayudas, con la eventual colaboración de oenegés acreditadas, a través de de programas en los que los gobiernos receptores no podrán intervenir, aunque sí controlar.Lo contrario supone tirar la mayor parte de las inversiones. Las ayudas sanitarias han de abordarse en el contexto de una planificación general.

En la sanidad de Africa el ébola es un problema relativamente menor comparado con otros, aunque asusta por su alta mortalidad, de casi un 40% en el brote actual. En Africa, sobre todo los niños, se muere de malaria, neumonía, sida e infecciones, particularmente las gastrointestinales. Deben establecerse prioridades lógicas como la educación sanitaria --requisito indispensable para una mejor calidad de vida--, la cloración de las aguas --la medida más barata y de mejor relación coste/beneficio-- o las campañas de vacunación. El dinero así empleado es una inversión muy rentable que evitará costosísimas alarmas y peligros para la salud del primer mundo.

En Europa la infección por ébola no es un problema fundamental. Los murciélagos --casi seguro reservorio del virus, del que son portadores sanos-- solamente están contaminados en el Africa subsahariana y parece sumamente improbable que lleguen a Europa. Además, el tipo de contagio, el nivel educativo y las infraestructuras sanitarias existente imposibilitan unaepidemia.

EN ESPAÑA la calidad de la asistencia recibida por los pacientes ha sido, como era esperable, muy bueno. Un éxito, reflejo del nivel de los sanitarios del país. Se ha producido un solo contagio pese a que, aunque se poseía buen conocimiento teórico, no había experiencia en el tratamiento de esta enfermedad. Por eso no es de extrañar que se haya producido algún error que haya propiciado el contagio En Estados Unidos, espejo de buena medicina, se han producido dos. Todos los cometemos. No inhabilitan ni desacreditan a nadie. No se sabe a ciencia cierta cómo se contagió la enferma pero si cometió algún error inconsciente --en una situación nueva y angustiosa-- y se contagió ella misma, esto no desmerece su calidad profesional.

Considerar esta posibilidad no puede tomarse por atropello , del que ha llegado a hablarse. Al contrario, se le han suministrado todos los tratamientos disponibles , por nuevos y caros que fueran. Han costado dos millones de euros, de los españoles. En tiempos de vacas flacas. Bien gastados están. Pero no hablemos de maltrato. En cuanto al marido, creo que habla mucho y sabe poco del problema. El lío montado a propósito del perro me parece un sainete.

La importancia desmesurada dada al caso no es proporcional a su gravedad para la colectividad. La legionella es mucho más grave para nosotros. En estas mismas fechas ha matado a una docena de personas en Cataluña y Galicia. Por ébola contraído en España no ha muerto nadie. Sí es un problema mayor de Salud Pública el tabaquismo, que ha complicado la evolución clínica de la paciente.

Se ha politizado una cuestión técnica. Los profesionales --médicos, enfermera/os y auxiliares-- han actuado con solvencia. El protocolo, elaborado por expertos muy capacitados, no por políticos, ha funcionado muy bien. La ministra no lo ha elaborado ni prestó atención clínica a los enfermos. No ha influído en la asistencia, salvo que ha puesto sobre la mesa todos los recursos necesarios, ni ha ofendido a la paciente. Tal vez, podría haber dejado desde el principio la comunicación en manos de un profesional tan capacitado como Fernando Simón . Pero, si lo hubiera hecho, la habrían acusado de esconderse. Unicamente se ha excedido en sus palabras el consejero responsable de la salud de Madrid. El éxito del tratamiento debe servir para reforzar la confianza de la ciudadanía en su excelente sistema sanitario y para evitar alarmismos innecesarios. Recordemos, finalmente, que tenemos un deber con las personas del tercer mundo y que ayudarlos revertirá no solo en ellos sino también en seguridad para nuestra salud.

*Pediatra y Neonatólogo. Ha sido Director General de Salud Pública de Extremadura.