WLwa noticia de que el Gobierno de Washington ha solicitado a la Comisión Europea ayuda de emergencia para paliar los estragos ocasionados por el huracán Katrina en el sur de Estados Unidos es sorprendente. Y lo es por su tardanza --hace una semana exacta que el huracán arrasó Misisipi, Alabama, Luisiana y algunas zonas de Florida-- y también porque el ciclón asesino ha dejado al descubierto una tan inesperada como tremenda falla en el esquema de vida norteamericano.

El Katrina ha puesto en evidencia que la obsesión de Washington en fomentar una política exterior fuerte en detrimento de debilitar sus infraestructuras y tejido social internos ha resultado ser un error gravísimo. Los informes que demuestran que las consecuencias del Katrina habían sido previstas por los expertos y que el Gobierno de George Bush prefirió dedicar recursos a la guerra de Irak sitúan al inquilino de la Casa Blanca en una posición difícil, y no políticamente, ya que se halla en su último mandato y nunca más se presentará a unas elecciones, sino ante la historia. Bush, el ganador de las elecciones manifiestamente irregulares del 2000, el presidente del 11-S, tuvo en su mano evitar los efectos del Katrina . Y la historia dirá que no lo hizo.