TEtspaña sigue siendo diferente. Mientras en Francia miles de jóvenes estudiantes se echan a la calle manifestándose en defensa de sus derechos laborales; aquí, miles de jóvenes estudiantes también se citan en la calle, pero... ¡para darle al botellón y emborracharse! Ya sé que no son circunstancias homogéneas, pero, aún así, es sorprendente el contraste entre la frivolidad de unos y la madurez de otros. Los estudiantes franceses luchan para que el primer ministro Dominique de Villepin retire un proyecto de contrato laboral de primer empleo para jóvenes que si entra en vigor permitirá a los empresarios despedir al contratado sin explicaciones ni contemplaciones. Un tipo de contrato basura que, por cierto, no se aleja mucho de los que tenemos aquí pero que nunca han preocupado en demasía a los nuestros. ¿A qué responde el bajísimo nivel de conciencia política del grueso de los jóvenes españoles? La respuesta es compleja.

En primer lugar habría que fijarse en el descrédito de los partidos políticos. La gente desconfía de los políticos, ve en su diario quehacer un trabajo interesado, partidista --en el sentido peyorativo y por lo tanto excluyente--. A los jóvenes no les interesa este tipo de política y se alejan de ella. Está, también, el fenómeno de las ONG. A través de ellas hoy son muchos los jóvenes que canalizan sus inquietudes sociales por lo que no sienten la necesidad de relacionarse con los partidos políticos. En la Universidad hay debate pero salvo hechos muy concretos como fue en su día en el naufragio del Prestige o la guerra de Irak, solo los radicales (extrema derecha/extrema izquierda) consiguen aglutinar parroquianos.

Luego está la televisión. El mundo que ven, al que se les invita a unirse, está diseñado para convertirles en consumidores, en clientes de marcas y productos, no en ciudadanos libre pensantes. Ni un solo programa de debate en todas las cadenas de televisión; ni un solo programa en el que los jóvenes puedan expresar sus inquietudes, sus anhelos de cambio o sus miedos al futuro. Nada todo es tomate, salsa rosa y demás tonterías de parecido jaez; estupideces pensadas para no molestar a la gente que no ha leído un solo libro en toda su vida. Nuestros jóvenes cada vez se parecen más a los norteamericanos. Nadie diría que Francia empieza al otro lado de los Pirineos.

*Periodista