El resultado de las elecciones del pasado domingo en Portugal visto desde Extremadura supone, sobre todo, un respiro para la línea de Alta Velocidad Madrid-Lisboa. Tras meses de zozobra después de que el partido que ganó las elecciones europeas de la pasada primavera (el PSD) se posicionara radicalmente en contra de que el Gobierno portugués iniciara los trámites administrativos que desembocaran en las obras, este resultado electoral permite, al menos, levantar la ´enmienda a la totalidad´ que pesaba sobre esta infraestructura y regresar al cauce abierto en Figueira da Foz, en el 2003.

Sin embargo, la victoria del socialista José Sócrates, tan bien recibida en la región, no significa que, de un plumazo, se despeje el porvenir del AVE. Es cierto que el primer ministro ha hecho una campaña electoral en la que ha defendido la obra con convicción, en el contexto de acentuar las relaciones con España, pero también es cierto que fue Sócrates el que, sin que nadie se lo pidiera, decidió paralizar el trámite de adjudicación de las obras hasta después de las elecciones. Será ahora cuando se sepa si lo hizo por respeto al gobierno que habría de tomar el relevo tras las votaciones del domingo o si era una forma de ganar tiempo. Posponer ´sine die´ la obra de la Alta Velocidad sería una sorpresa en la que Sócrates comprometería buena parte de su crédito porque supondría, en la práctica, hacer la política que ha pregonado el PSD y que él ha combatido.

Con todo, el Partido Socialista ha logrado 96 diputados, lejos de la mayoría absoluta, y ahora tendrá que establecer pactos que, en ningún caso, serán fáciles. En este sentido, el resultado de las urnas es envenenado: solo podría lograr mayoría estable en la Asamblea si pactara con los dos partidos de la izquierda (Bloco de Esquerda, con 16 diputados y PCP, con 15); si lo hiciera solo con una de esas formaciones, la suma de escaños no alcanzaría los 116 en que está situada la mayoría absoluta. Otra coalición posible que daría estabilidad matemática al gobierno es el acuerdo, en estos momentos inverosímil, del PS con el CDS, el partido a la derecha del que lidera Manuela Ferreira Leite, que se ha convertido en la tercera fuerza con 21 diputados. La otra alternativa es la coalición entre los dos grandes: PS-PSD (el denominado Bloco Central), una solución desechada en lamisma noche electoral por Ferreira Leite cuando dijo que su objetivo era hacer "una oposición fuerte". Ninguna de esas tres alternativas se entrevé en estos momentos; e incluso con cualquiera de ellas, o gobernando en minoría, no está claro que los socialistas pudieran imponer su programa en lo que se refiere al plan de infraestructuras, que tanto interesa a Extremadura.

Con la victoria del PS, los portugueses parecen haber dado la espalda a ese nacionalismo carpetovetónico y antiespañol que ha querido explotar la líder del PSD. Expresado simplistamente, los portugueses han dicho sí al AVE y no a la autarquía y al aislacionismo frente al vecino peninsular, pero ahora habrá que ver si las circunstancias económicas y políticas permiten que ese pronunciamiento a favor de la Alta Velocidad se traduzca en obras.