Después de la manifestación multitudinaria del sábado en Madrid, ya no cabe duda: estamos en precampaña electoral permanente hasta que se celebren las elecciones generales previstas, como máximo en marzo del año que viene. El pistoletazo de salida lo ha dado, contra todo pronóstico, el presidente del Gobierno, cuando dijo en Bruselas que "estamos en tiempo de manifestaciones, pero luego vendrá el tiempo de elecciones". Puede haber lanzado esta convocatoria al electoralismo continuado porque no era muy consciente de lo que decía, o bien --hipótesis más probable-- porque ya es el único recurso que le queda, que consiste en tocar a rebato encareciendo a sus votantes del 14 de marzo de 2004 que no vuelvan a faltar a la cita, por favor, por favor.

Algunos observadores predicen que el impacto psicológico y político de estas manifestaciones, sobre todo la última, se dejará sentir en las municipales y autonómicas del 27 de mayo. Yo, modestamente, me permito discrepar de este vaticinio. Unas elecciones municipales o autonómicas movilizan al electorado por razones distintas de unas generales. Las elecciones de mayo se parecerán a las anteriores de su misma especie, y así habrá que establecer comparaciones. Y, si acaso, la única gran excepción será la de Navarra, de cuyas elecciones autonómicas habrá de depender que se ponga en marcha o no el mecanismo que permita el ser absorbida por el País Vasco. La manifestación del sábado que viene en Pamplona excusa de abundar en el asunto.

Pero cuando Rodríguez dijo lo que dijo en Bruselas no se refería a los comicios de mayo, sino a los suyos, a los legislativos, que son los que lo pueden echar de la Moncloa. A partir de ahora, pues, lo que no se interprete en clave electoral será un error. ramon.pisistelcom.com

*Periodista