A los más de 2.000 muertos registrados en la guerra que enfrenta a Israel y Hamás en la franja de Gaza se suman ahora los asesinatos selectivos llevados a cabo por Tel Aviv contra dirigentes de aquella organización palestina y su respuesta hecha de ejecuciones a tiros, en público y sin un juicio justo de ciudadanos de la franja acusados de colaboracionismo con los israelís. La barbarie ha subido un nuevo peldaño en el conflicto entre Israel y los palestinos. La incapacidad para llegar a un acuerdo sobre un alto el fuego duradero y la continuación de la violencia reclaman una nueva forma de encarar la crisis. No puede ser que los garantes de las fracasadas negociaciones en El Cairo --Egipto y EEUU-- lo sean en realidad de una de las partes, Israel. Tampoco es una opción el mantenimiento de la actual situación. En seis años ha habido tres enfrentamientos como el actual en Gaza, con su suma de muertos, destrucción y el cierre siempre en falso de un conflicto dispuesto a resurgir en cualquier momento. Hace pocos días, en el marco de una reunión sobre prevención de conflictos, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon , reclamaba al Consejo de Seguridad una nueva era de mayor colaboración, cooperación y acción. Más allá de la asistencia humanitaria --que es primordial en Gaza--, Naciones Unidas debería tener un papel fundamental en la solución de la crisis, empezando por poner fin a la violencia y por hacer cumplir a Israel las antiguas resoluciones que siempre ha ignorado.